Las torturas de la dictadura siguen vivas

  • La presión de los vecinos de Castuera (Badajoz) impide la construcción de una planta de energía en los terrenos donde se ubicó un campo de concentración.
  • En España también existieron varios de estos campos dedicados al genocidio y la tortura, y de los que hoy en día quedan ciertos resquicios.
El castillete de la Gamonita fue un puesto de control. (Amecadec)
El castillete de la Gamonita fue un puesto de control. (Amecadec)
El castillete de la Gamonita fue un puesto de control. (Amecadec)

La presión de los vecinos de Castuera (Badajoz) impide la construcción de una planta de energía en los terrenos donde se ubicó un campo de concentración. Para muchos, esta última expresión trae a la memoria la época nazi alemana, pero en España también existieron varios de estos campos dedicados al genocidio y la tortura, y de los que hoy en día quedan ciertos resquicios.

Uno de ellos se ubicó en Castuera (Badajoz), entre abril de 1939 y marzo de 1940, y fue escenario de los primeros momentos de la represión ya institucionalizada por el régimen franquista albergando entre 9.000 y 11.000 personas, según testimonios orales, aunque posiblemente el número debió ser sensiblemente inferior, en torno a 5.000 presos.

Hoy en día aún pueden apreciarse los empedrados que llevaban a los barracones, la peana donde se alzaba la cruz que presidía el patio central del campo, e incluso hace unos meses se hallaron fichas de dominó con las que habrían jugado los presos.

La lucha

Pero hace un mes, el Diario Oficial de Extremadura (D.O.E.) publicaba el inicio de un estudio de impacto ambiental sobre un proyecto para instalar una planta de energía solar fotovoltaica en los terrenos que ocupó el campo.

Desde entonces, la Asociación Memorial Campo de Concentración de Castuera expresó su preocupación, y se movilizó para evitar la construcción de la planta en los terrenos donde se erigió el campo.

La asociación redactó una carta tanto al alcalde de Castuera, Francisco Martos Ortiz, como a la Consejera de Cultura de la Junta de Extremadura, Leonor Flores Rabazo, manifestando su repulsa y reclamando que la zona fuese declarada Bien de Interés Cultural. Al final, el temor a la construcción de la planta en el campo ha llegado a su fin, y es que la empresa presentó el proyecto en base a informes previos que daban el visto bueno, ya que no afectaría al histórico campo, pero tras conocer nuevos informes ha mostrado su total disposición a emplazar dicha planta en otros terrenos.

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