«Es una bellísima persona, que no hace distinciones entre personas y que me saluda cuando me ve, me besa aunque yo sea una pobre gitana, y me pregunta si me han arreglado ya los papeles para mi casa», repite con esas palabras y otros elogios parecidos esta alicantina acuciada por las penalidades y la necesidad.
Analfabeta, con una minusvalía psíquica reconocida del 70%, madre de ocho hijos (uno murió atropellado por un camión frigorífico), malvive con una paga de «40.000 pesetas» desde que su marido se marchó «con una querida que tenía en Murcia», según su relato.
El pasado lunes, le dijeron en el Instituto de la Vivienda IVVSA que aún tendrá que esperar meses hasta que se le conceda un piso. Fuentes de este organismo no confirmaron ni desmintieron esta información a 20 minutos. «No quiero nada más que un techo, una planta baja o un piso con ascensor», clama Dolores, tras asegurar que padece de las piernas.
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