Los 50 años de una pensión con huéspedes de todo el mundo. Con una docena de habitaciones, cocina y antiguo lavadero para la ropa, la pensión Versalles atesora un frondoso patio, oculto a las miradas de la mayoría de alicantinos, pero cuya fama ha traspasado las fronteras españolas desde hace décadas.«Los italianos suelen prepararse su espaguetada, como dicen ellos, los holandeses, sus hamburguesas y comidas típicas, y yo les preparo una buena sangría para un buen descanso», describe Miguel, regente hoy de este alojamiento, que abrió hace medio siglo su madre, Otilia Sanz Martínez.
Antes, familias de madrileños pasaban sus veraneos allí, en el Casco Antiguo, a pocos minutos del Postiguet.
«Dispongo de un rincón bonito en el centro de Alicante, que mucha gente no sabe que existe y que está por explotar», comenta Miguel con orgullo mientras muestra sus palmeras, el jazmín, el galán de noche, el romero...
Sus clientes –hoy jóvenes extranjeros, que saben de la pensión por boca de sus padres, y luego le mandan postales– declaran dormir «como los ángeles» con estos aromas de patio andaluz. Cuando no hay fiesta nocturna, claro.
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