Desde 1910, cuando la industria del cine todavía no había alcanzado la difusión universal y generado cifras multimillonarias de negocio, los estudios de producción de ambos lados del Atlántico tenían claro que en los rodajes era necesaria siempre la presencia de un fotógrafo. Las imágenes fijas de rodaje o los posados realizados en momentos de descanso eran necesarios para vender las películas antes de que llegasen a las pantallas y para alimentar el creciente ejercicio de la idolatría que despertaban las estrellas.
La exposición Film-Stills: Fotografien zwischen Werbung, Kunst & Kino (Foto-fija de películas: entre la publicidad, el arte y el cine) intenta explicar por qué algunos momentos estáticos impresos en papel y repartidos como promoción —por ejemplo, la escena del respiradero que levanta la falda de Marilyn en La tentación vive arriba o la cámara del mirón interpretado por James Stewart en La ventana indiscreta— se han convertido en simbólicos, globales y plenos de sentido en sí mismos. La muestra se celebra en el Museo Albertina de Viena (Austria) entre el cuatro de noviembre y el 26 de febrero de 2017.
130 fotografías
Inspirada en el poder de las fotografías de promoción para llegar a formar parte de la memoria colectiva, la exposición reúne más de 130 imágenes tomadas en los sets de rodaje o en sus aledaños —vestuarios, ensayos, momentos de asueto entre toma y toma...— entre 1910 y 1970.
Representan, dicen desde la pinacoteca austriaca, "un cruce entre los estilos históricos de la fotografía y el cine" y en las fotos puede apreciarse como los autores, a sueldo de la productora o en plantilla de los estudios, se acomodan al pictorialismo, expresionismo o art nouveau que subyacían como referentes plásticos en los filmes.
Papel decisivo
La tarea primordial de los fotógrafos era clara: buscar imágenes con pegada para repartirlas entre los medios impresos y el público, usarlas en la cartelería y colocarlas en las salas de espera de los cines para conquistar a los potenciales espectadores antes del estreno.
Jugaron un papel decisivo en el engranaje del cine de Hollywood durante sus años de gloria. Las empresas imprimían miles de copias de cada foto y, para garantizar que fuesen reproducidas y exhibidas el mayor número posible de veces, las liberaban de derechos de autor. Por este condicionante, algunos de los fotógrafos permanecieron en el anonimato durante muchos años.
Seducción y dramatismo
En la captura de fotos con poder de seducción y dramatismo, para que cumplan el objetivo promocional, y de fotogramas claramente definidos, para que contengan o resuman en una imagen la esencia de la película en cuestión, la exposición destaca los trabajos de, entre otros, Deborah Imogen Beer, Horst von Harbou, Pierluigi Praturlon y Karl Struss, que trabajaron en grandes producciones de cine expresionista centroeuropeo como El gabinete del doctor Caligari (Robert Wiene, 1920) y Metrópolis (Fritz Lang, 1927).
Desde el museo destacan los "retos" a los que se enfrentan los fotógrafos a la hora de cumplir con los "requisitos funcionales de las intenciones fotográficas y fílmicas". Si la foto fija es la única manera en la que mostrar rastros visuales de una producción fuera del lugar de grabación, la toma de la imagen requiere que no se interrumpa el rodaje. Los fotógrafos deben esperar a que la toma o la secuencia estén concluidas para repetirlas para la cámara de fotos, "transformando así la película en un medio estático".
Una mecedora vacía
Otra estrategia, casi siempre colateral, es la de retratar a los actores en estudio, intentando condensar la película o su trama en fotos específicas montadas para la ocasión e independientes del rodaje. En la muestra puede verse, por ejemplo, una imagen de los protagonistas de Psicosis enfrentados a una silla mecedora vacía, en una metáfora exacta que no revela nada de la acción pero transmite la densidad de la historia.
La muestra está coorganizada por el Museo del Cine de Viena, que completa el evento exhibiendo fotografias de promoción de películas de los años veinte, coloreadas pese a que se trataba de obras en blanco y negro. Se pretendía así añadir otro elemento de atracción hacia los productos e influir sugestivamente en la imaginación del público.
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