La ouija, un juguete tabú para los supersticiosos, una mina de oro para el cine de terror

  • Este viernes 28 de octubre se estrena la película ' Ouija: El origen del mal', un largometraje de terror ambientado en la década de los 60.
  • El temido juguete fue inventado a finales del siglo XIX y, según los crédulos, permite comunicarse con los espíritus.
  • Los periodistas Mónica González Álvarez y Bruno Cardeñosa, director de 'La rosa de los vientos', hablan a '20minutos' sobre los misterios de la ouija.
Escena de la película 'Ouija: El origen del mal'.
Escena de la película 'Ouija: El origen del mal'.
Universal Pictures
Escena de la película 'Ouija: El origen del mal'.

Muchos temen incluso su nombre, no quieren ni oír hablar de ella y, por supuesto, no se acercarían a una ni aunque les pagasen. La ouija —o güija, según la RAE—, un objeto que supuestamente permite contactar con los espíritus, despierta tantos miedos y supersticiones que se ha convertido en fuente inagotable de leyendas urbanas, relatos oscuros y películas de terror.

El filme Ouija: El origen del mal, que se estrena en los cines este viernes 28 de octubre, es el último ejemplo de una larga lista de largometrajes que utilizan el popular tablero como detonante del horror.

La precuela de Ouija (2014) parte de una premisa algo manida: una joven y sus amigos utilizan dicho objeto para intentar contactar con el padre de la chica, recientemente fallecido, pero en su lugar despiertan a una entidad maléfica del más allá. Sin embargo, a pesar de lo tópico, el resultado es muy superior al de la cinta original, una mezcla de buenos sustos, escenas inquietantes, buenas interpretaciones y un guion inteligente repleto de recursos ingeniosos. En definitiva, un material ideal para seguir engordando toda la mitología existente en torno a la ouija.

El origen de la ouija se remonta a más de un siglo y medio en el pasado, a mediados del siglo XIX, cuando tanto en EE UU como en Europa estalló el boom del espiritismo. El anhelo por hablar con los muertos dio lugar a los rituales de las mesas parlantes, que supuestamente emitían crujidos y realizaban movimientos casi imperceptibles, y la popularización de los médium y la escritura automática.

Entonces, al estadounidense Elijah Jefferson Bond se le ocurrió que sería una buena idea convertir todo eso en algo formal y creó la tabla de la oujia que conocemos hoy. Con una atinada visión comercial, en mayo de 1890, Bond y sus socios patentaron el objeto y comenzaron a venderlo como un juguete, una especie de Whatsapp decimonónico digital (el vaso o la flecha se mueven con el dedo) para contactar con los espíritus.

"En España también se intentó comercializar, pero fue un fracaso. Hubo muchas protestas que decían que eso no es un juego, que pueden pasar cosas malas. Sin embargo, en muchos otros países puedes ir a la tienda y comprar una ouija igual que compras un Monopoly", cuenta Bruno Cardeñosa, director y presentador del programa de radio La rosa de los vientos. "Por cierto, hoy día el dueño de la patente del Monopoly es el mismo que el de la patente de la ouija", añade.

La forma que ha llegado hasta nuestros días es la de una tabla rectangualar sobre la que están impresas las letras del abecedario en dos líneas curvas, debajo los números del 1 al 0, un "sí" y un "no" en las esquinas superiores y un "adiós" en la parte inferior. Los participantes del ritual ponen un dedo sobre un vaso o sobre una plancheta de madera (normalmente triangular y con un cristal o una lupa en el centro), hacen preguntas a los muertos y estos supuestamente dan sus respuestas arrastrando el objeto de letra en letra.

En cuanto al nombre, a pesar de lo que se suele decir, no significa "mala suerte" en egipcio antiguo ni procede de la palabra sí repetida en francés (oui) y alemán (ja). "Ouija viene del nombre que le dio una de las personas que inventó el taleto. Supuestamente tenía una diosa con la que contactaba y que, a través de un trance, le dio el nombre, que no era Ouija, era Ouida, pero alguien tomó nota mal y así se quedó", relata Cardeñosa.

Escépticos contra supersticiosos

Pero, ¿de dónde surge ese halo funesto que rodea a este aparentemente inofensivo y simple juguete? "Las personas siempre hemos querido saber lo que pasa en el más allá, contactar con los seres queridos que ya no están con nosotros. El matiz más trágico de la ouija es porque, en algunos casos, personas que la han utilizado han sufrido desgracias: casas que se han venido abajo, asesinatos...", cuenta la periodista Mónica González Álvarez, autora del libro Las caras del mal.

El debate inevitable entre los escépticos y los supersticiosos se resume en dos cuestiones, quién mueve el vaso y cuáles son las verdaderas consecuancias de jugar a la ouija. "Se habla mucho sobre quién mueve realmente el vaso, si es un espíritu que acabamos de llamar en la sesión o si es nuestro propio cuerpo. Tú cuando pones el dedo hay una pulsión motora, muscular, inconsciente. Si son varias personas, posiblemente esa pulsión hace que el vaso se mueva", comenta la periodista.

Si se juega a la ouija con los ojos vendados, rara vez se logra formar alguna palabra con sentido

Varios experimentos han demostrado que, si se juega a la ouija con los ojos vendados, rara vez se logra formar alguna palabra con sentido, algo que parece apoyar la teoría de la acción ideomotriz o efecto ideomotor, movimientos inconscientes y automáticos que poco tienen de sobrenatural.

En cuanto a las consecuencias, Cardeñosa cuenta que "en algunas ocasiones, solo en algunas afortunadamente, sí se produjeron desgracias bastante duras y difíciles de explicar". "¿Por qué? ¿Porque tenían algún tipo de desequilibrio anterior y la ouija fue el desencadenante o porque realmente en la ouija se mteió alguien o algo que hizo estallar todo eso?", cuestiona.

"A veces lo peligroso es quién participa en esas sesiones, si tiene algún tipo de patología o transtorno mental que se desarrolla y le da un brote en ese momento. Es una especie de sugestión mental", añade Mónica González.

Ambos expertos lamentan cómo el espiritismo se ha ido desvirtuando con el paso de los años, cuando en sus inicios llegó a atraer a grandes mentes de la época. De hecho, el hombre que sistematizó la doctrina del espiritismo, Allan Kardec, era una persona muy respetada y querida, de educación elevada, que había escrito libros científicos y pedagógicos y que decidió unir todas las teorías, conceptos y filosofías sobre el espiritismo que existían en su tiempo. También Arthur Conan Doyle, creador de Sherlock Holmes, se volcó en estas artes tras el fallecimiento de uno de sus hijos.

Hasta donde se sabe, Doyle jamás logró contactar con su hijo.

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