Los años finales en Nueva York de Max Beckmann, el mejor pintor alemán de la primera mitad del XX

  • El MET reúne todas las obras que el gran expresionista de la tormentosa condición humana, el dolor y los demonios de la alemanidad nazi pintó en Nueva York.
  • Beckmann murió en la calle, de un ataque al corazón a los 66 años, cuandocaminaba al museo para ver uno de sus autorretratos que se exhibía en la pinacoteca.
  • Roto por una crisis nerviosa en la I Guerra Mundial, fue el más famoso de los artistas alemanes de su tiempo hasta que los nazis lo incluyeron en la lista negra.
Max Beckmann iba camino del MET, donde exhibían este autorretrato, cuando murió en la calle de un ataque al corazón en diciembre de 1950
Max Beckmann iba camino del MET, donde exhibían este autorretrato, cuando murió en la calle de un ataque al corazón en diciembre de 1950
Saint Louis Art Museum © 2016 Artists Rights Society (ARS), New York / VG Bild-Kunst, Bonn
Max Beckmann iba camino del MET, donde exhibían este autorretrato, cuando murió en la calle de un ataque al corazón en diciembre de 1950

El 27 de diciembre de 1950, el pintor Max Beckmann, el más brillante artista alemán de la primera mitad del siglo XX, salió de su apartamento en Nueva York en la calle 69 de Manhattan, donde vivía con su segunda esposa, Mathilde, a quien todos llamaban Quappi. Su intención era dar un paseo hasta el Mueso Metropolitano (MET), donde exponían en la colectiva American Painting Today (Pintura estadounidense actual) uno de sus cuadros más recientes, el poderoso Self-Portrait in Blue Jacket (Autorretrato en traje azul), pintado sólo meses antes. El artista no llegó a su destino: unas manzanas antes de la pinacoteca, en la esquina de la calle 61 y Central Park West sufrió un fulminante ataque al corazón y murió sobre la acera.

Aquella muestra del MET dio lugar al nacimiento de una sensibilidad que la crítica condensó con una nueva etiqueta, Los Irascibles, un grupo de 15 artistas que defendían el expresionismo abstracto como lenguaje apropiado para el momento. Beckmann, que tenía 66 años, había sido el ídolo del Berlín canalla de entreguerras y se había mostrado siempre ajeno a las etiquetas —cuando le llamaban expresionista solía enojarse y apuntar que, en todo caso, estaba más cerca de la nueva objetividad asentada sobre el escepticismo—, no se había alineado con los rupturistas. Los críticos alabaron su estilo en el autorretrato —escribieron que se trataba de un "suave bruto"— y lo consideraron "el Herman Hesse de la pintura alemana".

Conmovedor paseo final

La tristeza conmovedora de aquel paseo final sin llegada a destino del pintor de la tormentosa condición humana y los demonios de la alemanidad de la República de Weimar y el nazismo posterior, confluyen ahora en la seductora exposición Max Beckmann in New York (Max Beckmann en Nueva York), del 19 de octubre al 20 de febrero de 2017. El MET ha logrado reunir por primera vez para el evento los 14 cuadros que pintó desde que se mudó a la ciudad en 1949 y otras 25 obras anteriores, datadas entre 1920 y 1948, que pertenecen a colecciones públicas y privadas de la ciudad.

La exposición reúne varios grupos de obras icónicas, incluyendo autorretratos, interiores expresionistas muy conocidos y robustos, paisajes y coloridos retratos de mujeres e intérpretes de la noche berlinesa en la que concurrían sordidez y voluptuosidad a partes iguales y una desbordante e inesperada actividad cultural y social. Tras una grave crisis nerviosa sufrida en la I Guerra Mundial, en la que sirvió como ayudante médico, el pintor fue uno de los grandes protagonistas del arte moderno del país —le llamaban "el Goya alemán" por la tensión y fractura emocional que expresaba— e inició en la metrópolis un viaje creativo que transformó su estilo. "Max Beckmann es el nuevo Berlín", decían de él.

Hervidero de pasiones legales e ilegales

En la década de los locos años veinte, cuando la capital alemana era un hervidero de pasiones legales e ilegales, extremismo político, pobreza e ilusión y fuente de nuevas formas de pintar la condición humana y la vida, Beckmann estaba en el pináculo de su carrera: sus obras —que destilaban la picardía del momento, pero también el dolor pasado y la incertidumbre del porvenir— eran representadas por los marchantes de mayor prestigio, se movía en círculos de escritores e intelectuales influyentes, exponía en las grandes galerías públicas y daba clases en escuelas de arte. Todo cambió con el ascenso de Hitler y sus chacales.

En 1933 fue llamado "bolchevique cultural" y pasó a engrosar la amplia lista de artistas considerados como no suficientemente alemanes y, por tanto, degenerados. Los nazis confiscaron 500 de sus obras y Beckmann, para evitar males mayores —en el país al que amaba y cuyo espíritu encarnaba, su destino pasaba por la detención, el ostracismo o la muerte—, se refugió en un autoexilio en Holanda, donde vivió durante una década, solicitando infructuosamente una vida para viajar a los EE UU antes de que fuese demasiado tarde. Tuvo que sortear un intento de los nazis de llamarle a filas cuando tenía 60 años y acaba de sufrir un primer ataque cardíaco.

EE UU sólo le concedió visado tras la guerra

Después del final de la II Guerra Mundial —los estadounidenses le consideraban demasiado peligroso y arriesgado como artista y tardaron en darle permiso de entrada—, y tras rechazar ofertas para enseñar en Berlín y Múnich porque ya no se consideraba parte de un pueblo que había apoyado a Hitler, Beckmann aceptó un puesto de profesor temporal en una universidad de segunda en el estado de Missouri, donde expuso por primera vez en los EE UU. El éxito de la muestra derivó en una llamada para trabajar para el Museo de Brooklyn de Nueva York, ciudad a la que se trasladó en septiembre de 1949.

La vida en Manhattan y el encargo de proyectos ambiciosos como una exposición individual para la Bienal de Venecia de 1950 devolvieron al artista la energía que el exilio, los traslados y el olvido habían limado. En Nueva York firma obras de un vigor que parecía perdido. El MET expone, por ejemplo, Falling Man (Hombre cayendo) y The Town- City Night (La ciudad - Nocturno urbano), dos cuadros corales pintados en los últimos meses de vida del artista e inspirados en la intensidad urbana.

Cómica sordidez

Entre las pinturas de los años veinte recuperadas para abrigar a la producción neoyorquina destacan Self-Portrait on Yellow Ground with Cigarette (Autorretrato sobre tierra amarilla con cigarrillo, 1931), donde se presenta con gesto de desafío y autoridad, aunque una bandolera amarilla con lunares rojas es una de sus acostumbradas referencias al circo, los payasos y la humana necesidad del uso de máscaras, y Family Picture (Retrato de familia, 1920), un expresivo interior con ambiente de cómica sordidez de media docena de personas.

Un lugar destacado merece Departure (Salida, 1932-1935), un tríptico considerado como una de las respuestas artísticas emblemáticos contra la Alemania de Hitler. Beckmann comenzó a pintarlo cuando fue expulsado por los nazis de su cátedra en la Academia de Arte de Fráncfort y presagia la emigración forzada del artista. Con un lenguaje visual que recuerda a los trípticos medievales y los retablos renacentistas, la obra enfrenta escenas sobre el pecado y la salvación, pero con una ambigüedad deliberada y descaradamente moderna.

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