Una matrona segoviana afincada en Londres, primera en atender a mujeres en campamentos de refugiados de Salónica

  • La matrona segoviana afincada en Londres María García de Frutos ha sido la primera profesional en atender a mujeres y bebés en dos campamentos de refugiados creados en las proximidades de Salónica (Grecia), donde permanecen "hacinadas" cerca de 3.000 personas procedentes de Siria, Iraq y Afganistán.
María García de Frutos, al fondo, en la clínica del campamento de refugiados
María García de Frutos, al fondo, en la clínica del campamento de refugiados
MGF
María García de Frutos, al fondo, en la clínica del campamento de refugiados

En una entrevista concedida a Europa Press la matrona segoviana, voluntaria desde hace dos años de la ONG Médicos del Mundo, ha relatado su experiencia de tres semanas en las proximidades de Salónica, en los campamentos de Diavata, ubicado en una antigua base militar y abierto en marzo, y Oreokastro, localizado desde mayo en una fábrica de tabaco abandonada.

"A primeros de agosto me llamaron desesperados por la necesidad de contar con una matrona en el norte de Grecia, en Salónica", explica antes de cifrar en 60 las mujeres embarazadas que había entre los dos campamentos, ubicados "en medio de la nada", a unos 20 kilómetros de la ciudad, y que acogían a 3.000 personas en tiendas de campaña.

"Cuando llegué me di cuenta de que no había protocolos, de que no se sabía cuántas mujeres embarazadas había ni quiénes eran", ha detallado antes de explicar que precisamente por eso, el primer paso se centró en la realización de un mapa de la situación que incluía un registro para pasar, a continuación, a la atención prenatal de las mujeres.

Cerca de cinco niños nacieron en el hospital más próximo a Oreokastro durante las tres semanas que García de Frutos estuvo en los campamentos, aunque el acceso y la atención no era sencilla. "Se las refería al hospital cuando era necesario pero allí no daban abasto, la situación de Grecia es muy difícil", ha recordado antes de reconocer que, conscientes de esta situación, eran muchos los momentos en los que tenía que tomar decisiones para cubrir esas carencias.

Asegurarse del adecuado desarrollo del proceso de lactancia, de que los bebés no perdían peso fruto de los problemas alimenticios y el estrés que padecían sus madres, o abordar los cuidados postnatales eran las labores cotidianas de la matrona segoviana, quien recuerda con tristeza e incredulidad el hecho de que los bebés durmieran en camastros con otras cinco o seis personas con los peligros que eso conlleva.

Sin vacunas que administrar a los bebés, carencia en la que se trabajó, y con una clínica de pequeñas dimensiones que no brindaba la intimidad necesaria, esta enfermera titulada por la Universidad de Salamanca no encontraba manera de ayudar a las mujeres que, fruto del estrés postraumático y la desesperación que padecían, sentían dolores fantasma o no creían que tanto ellas como sus bebés estuvieran bien.

"Muchas venían solas, sin maridos, estaban viudas...", relata la matrona segoviana, de 34 años, quien también puso en marcha una campaña de contracepción aunque, asegura, lo que "más ayudaba" a las mujeres, por encima de cualquier otra cosa, era hablar.

LOS CAMPAMENTOS

Cuando ella llegó a Salónica en agosto había dos campamentos y en la actualidad son ya cerca de 18. "Me resultó muy chocante porque desde el acuerdo alcanzado entre la Unión Europea y Turquía, daba la sensación de que estarían asentados y organizados como asentamiento, pero en cambio se trata de una crisis humanitaria en la que los refugiados viven en condiciones inhumanas".

Al hacinamiento, la insalubridad, la escasa luz natural, las deficiencias higiénicas y de limpieza y la falta de agua potable, con las infecciones que todo ello acarrea, suma la enfermera el elevado índice de trauma detectado en la población refugiada, que aumenta día a día de mano "de la frustración y la hostilidad".

"Nunca había visto esa violencia interna y ese nivel de desesperación", reconoce la enfermera, quien apunta al tráfico de personas, las adicciones a sustancias estupefacientes, la violencia y los abusos sexuales, además de problemas mentales o intentos de suicidio, como los riesgos derivados de la falta de actividad y las limitaciones de movimiento que padecen.

Sin plan de realojo para ellos, la sanitaria segoviana confiesa no entender cómo se encuentran en esa situación cuando el objetivo pasaba por mejorar la vida de todas esas personas, víctimas de la guerra y la violencia.

"Había gente que te contaba que pensaba en volver porque no aguantaba ese sufrimiento... emprendieron el viaje con una esperanza y se chocan contra una pared. Se les mete en esos sitios asfixiantes sin saber qué les va a pasar", advierte la joven.

Otra matrona que permanece en la zona por un periodo de dos meses tomó el relevo de la enfermera segoviana, quien desde hace cinco años atiende en la Seguridad Social británica a comunidades vulnerables de mujeres.

"No me puedo creer que esto esté pasando en Europa... esa idea era el principal conflicto que me creaba estar allí. Es un mundo paralelo", asegura antes de advertir de que para los refugiados, una población "muy vulnerable y traumatizada", el tiempo corre en su contra: "cuanto más sufren, más tiempo cuesta recuperarlos".

Deseosa de que su testimonio pueda ayudar a que la gente conozca la verdadera dimensión de un problema "que se silencia mucho", María García de Frutos no duda en apuntar al realojo en el continente como solución para esos miles de refugiados. "Europa es muy grande".

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