Familias, corrientes, sensibilidades... Da igual la etiqueta que se les ponga, discrepancias de fondo y forma las hay en todos los partidos. Cuando todo va bien se difuminan, los trapos sucios se lavan en casa y es fácil mostrarse unidos. Pero cuando las cosas se tuercen, el asunto cambia. En el caso de Podemos, sus "dos almas", representadas en el secretario general, Pablo Iglesias, y el secretario político, Íñigo Errejón, han coexistido desde el principio, cuando nació como partido hace dos años y medio impulsado por el espíritu del 15-M y con el objetivo de poner en jaque al bipartidismo.

Sin embargo, el camino recorrido, con múltiples procesos electorales y tropiezos por el medio, ha acabado por poner sobre la mesa un conflicto de mayor calado y una pugna por el control interno de la formación, cuyo último capítulo ha sido el enfrentamiento público este martes vía Twitter entre ambos dirigentes por la estrategia y el futuro del partido.

Pero, más allá del ruido y las etiquetas, ¿existe realmente una dicotomía entre dos almas antagónicas en Podemos? Pregunte a quien se pregunte, aseguran que no hay debate en torno a los objetivos. Todos coinciden en que persiguen "ganar las elecciones y las instituciones para la gente" y que no han nacido "para ser una muleta del PSOE" otorgándoles un cheque en blanco a cambio de nada. Las diferencias, por tanto, radican en el cómo lograr esos objetivos, y giran en torno al modelo organizativo y a la estrategia institucional y electoral. ¿Cuáles son entonces las principales características de las distintas corrientes que conviven en el partido?

Considerados más "puros" y menos tácticos. Tienen un discurso más duro y rupturista, como el que fue seña de identidad del partido en sus inicios y que ahora Iglesias intenta recuperar. Están identificados con la izquierda tradicional, ya que muchos provienen de organizaciones como IU o el PCE. Iglesias, que para los comicios del 20-D renegó de IU y rechazó una coalición, ahora aboga por mantener el acuerdo y construir un bloque histórico de la izquierda.

Su choque con los partidos tradicionales es frontal en una relación de antagonismo puro, y su lenguaje es más agresivo. De hecho, consideran que fue el tono moderado y más amable de la campaña diseñada por Errejón el causante de la pérdida de un millón de votos el 26-J. En el caso del PSOE, defienden no pactar en condiciones de inferioridad y exigen un trato de igual a igual. Prefieren un modelo de partido centralizado, vertical y jerárquico, colocando en el centro del poder al secretario general. El núcleo duro, además de Iglesias, lo forman su jefa de gabinete, Irene Montero, el secretario de Relación con la Sociedad Civil, Rafa Mayoral; el diputado Juan Manuel del Olmo, y Juan Carlos Monedero, muy cercano a Iglesias aunque ya no está en el partido.

Se asientan sobre la base de la transversalidad, sobre el eje de "democracia frente a oligarquía" o "élite-pueblo" en lugar del tradicional eje izquierda-derecha, que aspiran a superar. Su lenguaje es más amable, menos transgresor y son más moderados en las formas. Parten de la base de que "hay que seducir" a votantes de partidos tradicionales y a electores no movilizados, además de a los ya convencidos, y no reniegan de las instituciones.

En cuanto a la relación con otros partidos, apuestan por revisar la coalición con Izquierda Unida, a la que culpan del mal resultado del 26-J, y son partidarios de negociar y pactar con el PSOE, aunque arrancando condiciones y no a cambio de nada. Abogan por un modelo de partido "plurinacional" y "federal", con mucho peso de los territorios.

Sus principales representantes y caras más visibles son el secretario político, Íñigo Errejón; el diputado y exsecretario de Organización Sergio Pascual; el secretario de Relaciones Internacionales, Pablo Bustinduy; la secretaria general de Podemos Euskadi, Nagua Alba; la portavoz del Ayuntamiento de Madrid, Rita Maestre; Jorge Moruno, responsable de discurso; y José Manuel López, portavoz de Podemos en la Asamblea de Madrid, entre otros.

Comparten en gran medida las tesis políticas y la estrategia de los pablistas, pero ponen el énfasis en los círculos, el municipalismo y la autonomía local. Tachados de radicales por sus detractores, fueron "los críticos" desde el inicio de Podemos, con la secretaria general de Andalucía, Teresa Rodríguez, a la cabeza.

Defienden un partido horizontal, con peso de las bases en el aparato. A través del eurodiputado Miguel Urbán, acaban de reclamar una portavocía paritaria junto a la figura del secretario general, además de proponer recuperar ideas como la renta básica o una auditoría ciudadana de la deuda.

En los últimos meses han evitado conflictos con la cúpula y han mantenido una alianza táctica con los pablistas.

Los diputados Tania Sánchez, que llegó a Podemos de la mano de Iglesias, y Miguel Vila, ex número dos de la formación en Madrid, estaban encuadrados en el sector pablista, pero hace un par de semanas se supo que formarían parte de una candidatura que encabezará la portavoz del Ayuntamiento madrileño, Rita Maestre, junto a destacados errejonistas para aspirar a liderar la formación en Madrid.

El motivo del acercamiento, según fuentes cercanas, no es tanto ideológico como discrepancias con las formas de Iglesias y su núcleo duro, que consideran "autoritarias" y que leen, a su juicio, cualquier diferencia como una "traición". A medio camino entre pablistas y errejonistas se encuentra la secretaria de Análisis Político y Programa, Carolina Bescansa.