No hace falta tener intención de especular con la casa, pero puede que en el futuro se den circunstancias que nos fuercen a abandonarla y tengamos que venderla. Por eso, al comprar, no está de más fijarse en si la vivienda tiene alguna característica concreta que facilite su salida en el mercado inmobiliario.

Conviene evitar, por ejemplo, las casas que hacen esquina. Quizá tengan alguna ventana extra, pero por eso resultan más caras. Además, están mucho más expuestas a las inclemencias climatológicas y, lo que es peor, son mucho más ruidosas.

Si se trata de una parcela, debemos escogerla de forma rectangular. Aquellas con formas curiosas e irregulares se venden mucho peor, aunque tengan más metros cuadrados. Lo mismo sucede con las que están en una pendiente. El terreno que rodea la casa debe estar repartido equilibradamente entre la parte delantera y la trasera. Un jardín enteramente cubierto por una piscina desanimará a muchos compradores, que pueden desear emplear el espacio para otras cosas.

Una casa de tres o cuatro habitaciones tendrá mejor salida que otra con cinco dormitorios y un baño extra. El número ideal de cuartos de baño es dos: uno en la habitación principal, otro para compartir entre los restantes dormitorios, además de un aseo, con retrete y lavabo para las visitas.

Por último, es esencial que la cocina sea amplia, que esté dotada de los electrodomésticos más modernos y que esté bien comunicada con el garaje, para que el traslado de la compra del coche a la cocina no sea una labor agotadora.

Cosas que importan menos

Hace años, una piscina era un gran valor añadido, pero hoy ya no lo es tanto. El miedo a los accidentes hace que algunas familias con niños pequeños las eviten, mientras que otras prefieren un jardín más espacioso. Una chimenea tampoco es, para muchos, una buena idea. Supone un coste extra y mucha gente no acostumbrada a su uso no la aprecia.