Casi 110 años de cárcel para los cuatro asesinos del anciano de Quéntar

  • La audiencia les ha impuesto penas que oscilan entre los 24 y los 29 años y medio de prisión.
  • Maniataron y golpearon hasta la muerte a su víctima con la intención de robarle.
  • Ocurrió en septiembre de 2005 en el cortijo El Ripio.

La Audiencia provincial de Granada ha condenado a un total de casi 110 años de cárcel a los cuatro asesinos de un anciano en Quéntar, que en septiembre de 2005, acudieron a su cortijo, le maniataron y le propinaron golpes con un bate de béisbol y patadas hasta que acabaron con su vida. Su intención era robarle.

Les imponen penas que oscilan entre los 24 y los 29 años y medio de cárcel. Según la sentencia, A.S.C., al que condena a 29,5 años de prisión, tuvo "especial protagonismo" y una participación más activa en la muerte del hombre por ser quien propuso el asalto, eligió la víctima, facilitó los medios y asestó buena parte de los "terribles golpes y agresiones" que acabaron con su vida.

Así, el tribunal de la Sección Segunda lo considera autor de un delito de asesinato, otro de robo con violencia, un delito de daños y un delito de tenencia ilícita de armas. Su hermano, J.S.C., es autor asimismo de los delitos de asesinato y robo con violencia en las personas y ha sido condenado a 27 años de cárcel.

Por asesinato y robo con violencia están condenados también E.G.C. y su pareja, M.R.M.C., sobre los que recaen penas de 29 años y tres meses, para el primero, y 24 años para la segunda. La suma global de la indemnización por partes iguales es de 180.000 euros, aunque A.S.C tendrá también que indemnizar a los herederos en 10.324 euros.

Los hechos comenzaron cuando A.S.C y J.S.C. coincidieron en Marbella (Málaga), en la tarde del 9 de septiembre de 2005, junto a los también acusados E.G.C. y su pareja, M.R.M.C. Todos ellos estuvieron juntos varias horas consumiendo bebidas alcohólicas y algunos cocaína, según consta en la sentencia.

Entonces, A.S.C. propuso a los demás trasladarse a Granada, al cortijo El Ripio, propiedad de un anciano que vivía solo cerca de Quéntar, para robar el dinero que pudiera guardar allí su morador, a lo que accedieron el resto de acusados.

Emprendieron el viaje y llegaron al paraje, en el que aparcaron el coche fuera de la vista de la vivienda, a las 01.00 horas del día 10. Antes de bajarse, E.G.C. cogió un bate de béisbol que se encontraba en el asiento del conductor y se dirigieron los cuatro de forma sigilosa hacia la puerta principal de la vivienda.

La mujer pidió ayuda

Allí, la mujer llamó a la puerta y pidió ayuda al ahora fallecido al que le dijo que llevaba una niña pequeña y se le había estropeado el coche. El anciano salió y siguió unos metros a la mujer, hasta que J.S.C. saltó sobre él y lo inmovilizó, mientras los otros dos le colocaron una sudadera sobre la cabeza para impedirle ver.

Lo colocaron sobre el suelo y dos de los acusados entraron en el cortijo, en el que no podían ver, por lo que volvieron a salir y comenzaron a propinar golpes y patadas por todo el cuerpo al propietario, al que le exigían a su vez que indicase dónde guardaba el dinero.

Como el entonces herido les suplicó que no le agredieran más y que les diría donde estaba el dinero, lo introdujeron en la vivienda, dejándolo malherido sobre el suelo de la sala principal, mientras uno seguía sujetándolo y los demás registraban.

Puesto que el anciano se seguía moviendo, A.S.C. le ató fuertemente las manos y se las cruzó sobre el pecho. Además, le colocaron sobre la cabeza un saco que le anudaron al cuello con una cuerda delgada de rafia. Ante la amenaza de que lo iban a matar, dijo que el dinero estaba en el bolsillo de una chaqueta, en el que tampoco estaba, lo que motivó que dos de ellos "montaran en cólera" y volvieran a golpearle a pesar de sus "lamentos y sus peticiones de clemencia, cada vez más débiles".

Le golpearon con un bate, le dieron patadas y incluso uno de ellos saltó "repetidamente sobre el tórax del anciano" y le pisoteó la cara. Al no encontrar nada de valor, volvieron a increpar al anciano, que no respondió puesto que ya había fallecido. Antes de marcharse del lugar, decidieron incendiar la casa para "borrar las huellas".

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