La reportera Paula Bronstein ha dedicado 14 años a mostrar la valentía y el dolor de los afganos

  • La multipremiada reportera llegó al país por primera vez con las tropas de la operación de castigo 'Libertad Duradera' montada por los EE UU tras el 11-S.
  • Se quedó prendada por la 'resistencia indomable' de los afganos, la belleza del paisaje y las tragedias cotidianas en un escenario infernal.
  • Anuncia que no dejará de regresar al país, motivada por la esperanza de encontrar 'más gente con razones para sonreír'.
Paula Bronstein retrata a una niña que espera conseguir sobras de un restaurante de Kabul
Paula Bronstein retrata a una niña que espera conseguir sobras de un restaurante de Kabul
© and courtesy of Getty Images
Paula Bronstein retrata a una niña que espera conseguir sobras de un restaurante de Kabul

En el otoño de 2001, la fotoperiodista estadounidense Paula Bronstein viajó a Afganistán por primera vez. Entró en el país incrustada entre las tropas de la llamada Operación Libertad Duradera, una invasión bélica impulsada por George Bush como respuesta a los atentados del 11-S en Nueva York y presentada al mundo por todos los países implicados —entre ellos España— como el inicio de la guerra contra el terror.

La que terminó siendo una guerra cruenta y larga que todavía no ha acabado —la página web Costs of War, mantenida por la Universidad de Brown, detalla que han muerto 26.270 civiles, han resultado heridos casi 30.000 y 5.000 militares de la coalición han perecido en combate [PDF estadístico hasta mediados de 2015, en inglés]—. Además, casi tres millones de afganos han tenido que emigrar tras perderlo todo.

Interés en el pueblo

La reportera, multipremiada y muy conocida por sus trabajos en países de Asia —ahora está establecida en Bangkok—, llegó a Afganistán en medio de la presurosa operación de castigo montada por EE UU y sus aliados, que un mes después de los ataques contra las Torres Gemelas ya habían comenzado la invasión. En principio tenía el encargo de la agencia para la que suele trabajar, Getty Images, de cubrir la operación militar, pero decidió bien pronto que el interés estaba en el efecto devastador de la intervención sobre el pueblo afgano.

Cautivada por la "resistencia indomable y el fuerte espíritu" de los nativos y por la belleza natural del paisaje duro y variado del país, Bronstein ha dedicado 14 años a retratar a los afganos. Ha regresado al país siempre que ha podido para documentar el devenir cotidiano marcado por "una guerra brutal y prolongada". El resumen de casi una década y media de fotografía sobre el terreno se reúne por primera vez en el libro Afghanistan: Between Hope and Fear (Afganistán, entre la esperanza y el miedo), que publica ahora la Editorial de la Universidad de Texas [228 páginas; 36,85 dólares].

'La gran complejidad de la vida diaria'

La gran diferencia entre las fotografías de Bronstein y las muchas que llegan del país es que el punto de vista. Mientras gran parte de los reportajes documentales se centran en la guerra y sus efectos, en los frecuentes atentados y en la muerte, la reportera desea "revelar la gran complejidad de la vida diaria" en uno de los países del mundo más cubiertos por las noticias "pero menos comprendidos", dicen los editores. El resultado es "un retrato fotográfico íntimo" del pueblo afgano desde 2001 hasta 2015.

Citado por los grupos de derechos humanos como uno de los peores lugares para vivir para las mujeres, la reportera no elude la empatía por las personas de su sexo en una nación sembrada por 2,5 millones de viudas de guerra, muchas de las cuales carecen de medios para vivir, mendigan angustiadas por las calles. Bronstein contrarresta esta situación con imágenes positivas de mujeres afganas activistas que participan mítines políticos y niñas que siguen defendiendo el derecho, negado por la intransigencia de los talibanes extremistas, a asistir a improvisadas clases de lectura.

Heroína, mutilaciones, huérfanos abandonados...

En el libro también aparece el lado más sombrío de la realidad afgana: aumento de las toxicomanías por la fácil de adquirir heroína, los niños callejeros huérfanos a causa de la guerra, los heridos atendidos en precarios hospitales, la normalidad de los mutilados o abrasados por los bombardeos y la irrupción de imágenes chocantes que parecen advertir que la normalidad es posible: un salón de belleza, una boda...

En el núcleo de la obra de Bronstein está, añaden desde la editorial, la "compasión con que trata los temas" y su alta capacidad de obtener acceso para "documentar la esperanza, la belleza" en un escenario  de especial dureza. Bronstein, añaden, "es implacable en la búsqueda de historias que deben ser compartidas con el mundo y vas tras ellas a veces con gran riesgo personal".

En el epílogo del libro, la reportera escribe: "He hecho algunas de las fotografías más extraordinarias de mi carrera en Afganistán. Ofrecen una mirada compleja que revela la tensión constante entre el optimismo y la realidad (...) Regresaré, motivada e inspirada por esas caras, luchando contra las dificultades, con la esperanza de encontrar un menor número de tragedias y de puertas cerradas y más gente con razones para sonreír".

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