Puso cara a las brujas que deseaban convertir a todos los niños en ratones o a la listísima y extraordinaria Matilda. Quentin Blake (Sidcup - Reino Unido, 1932) imprimió carácter de garabato dinámico a los personajes del brillante escritor galés Roald Dahl (1916-1990) y además es por sí mismo una figura imprescindible, uno de los ilustradores infantiles más queridos y reconocidos en el mundo.
Colaboró con Dahl por primera vez ilustrando El gran gigante bonachón (1982), la química profesional y personal entre ellos convirtió aquellas ilustraciones en un sello distintivo de las historias: es difícil imaginar a los personajes del escritor sin el universo gráfico de su colaborador estrella. "Lo que era tan agradable de Roald era que realmente quería a los dibujos, no le gustaba que no hubiera suficientes. No todos los autores son así", escribe en su página web.
"Hago un dibujo algo despreocupado"
Las celebraciones este año del centenario del nacimiento de Roald Dahl se extenderán a lo largo de esta segunda mitad del 2016 con diferentes eventos y exposiciones en el Reino Unido y con el 13 de septiembre (día de su nacimiento) como día mundial dedicado al autor. El Museo Nacional de Cardiff —capital de Gales— se suma al aniversario con Quentin Blake: Inside Stories (expresión traducible tanto por historias interiores como por verdades), una muestra que hasta el 20 de noviembre recopila más de 120 trabajos.
A los primeros bocetos y storyboards se suman obras acabadas en una cadena creativa que muestra cómo evolucionan las ideas del artista. De entrada libre y con Blake como uno de los comisarios de la muestra, la exposición descubre además una versatilidad de materiales —tinta, acuarela, pasteles...— aplicados con amplitud de técnicas dependiendo de la atmósfera de la historia y la naturaleza de los protagonistas.
Con un aspecto pretendidamente descuidado, sus ilustraciones son sin embargo detalladas. "Hago un dibujo algo despreocupado que parece haberse hecho de improviso. No obstante, incluso un solo dibujo necesita una cierta preparación y planificación", cuenta en su completa web, donde explica los métodos que le dan a sus obras esa aura de "borrador".
La caja de luz
En su insistencia por lograr un aire de espontaneidad sin renunciar a la técnica, encontró en los últimos treinta años una herramienta que no le falla, la caja de luz. Sobre ella coloca el borrador cubierto por un papel de acuarela para añadirle tinta y después color sin desvirtuar el espíritu de la primera versión, salvaguardando la expresión precisa que le quiso dar al personaje desde el principio.
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