Los fotógrafos son investigadores y exploradores "en busca de nuevos territorios". Testimonian "la inmensidad del mundo" y la cuestionan. "No son ni los historiadores ni los sociólogos, sino los artistas quienes construyen una representación visual, una cosmología de imágenes". Los fotógrafos son "contadores de historias".

El auto de fe de la fotografía como medio que revela y transmite lo que sucede a nuestro alrededor o lejos del espacio que habitamos —mucho menor que el fantasioso terreno sin fronteras de la tela de araña digital— es de Sam Stourdzé (París, 1973), director de los Encuentros de Arlés, uno de los festivales fotográficos más veteranos —este año llega a la 47ª edición— y comprometidos del mundo. El certamen, que comienza el 4 de julio y se extiende hasta el 25 de septiembre, quiere esta vez enfatizar la validez del medio fotográfico como soporte para la narrativa visual.

En su carta abierta sobre el certamen, titulada Contadores de historias, el responsable artístico también llama la atención sobre la importancia de lo que denominada fotos "contaminadas", imágenes en las que importa menos la calidad y el acabado que el impacto o la interpretación. Se refiere una especie de subgénero naciente y todavía en desarrollo donde caben las imágenes anónimas, vernáculas, encontradas, tomadas de internet y manipuladas o sacadas de contexto.

En el campo de esta "otra fotografía", donde la desviación de la intención original abre la puerta para nuevas interpretaciones, "las imágenes son sus palabras" y, más que en ningún otro estilo, actúan como medio de "activación" de "nuevos desvíos" para la narración, el documentalismo, el robo y la sustitución de los fines primeros para ser usados en la construcción de ficciones, explica Stourdzé.

El programa del festival es, como siempre, abigarrado: más de 40 exposiciones con obras de 137 fotógrafos, las ya consolidadas Noches de la Fotografía con proyecciones, lecturas y performances [guía y programación en PDF], una gran exhibición de fotoensayos —con 40 libros seleccionados para el certamen a la mejor publicación de autor, otros 15 al más destacado volumen histórico y 17 al mixto de texto y fotos— y encuentros, debates y talleres abiertos al público. La semana de apertura, del 4 al 10 de julio, ofrece también actividades especiales.

Al premio especial Descubrimiento destinado a la promoción de jóvenes valores y dotado con 25.000 euros para el ganador concurren una decena de fotógrafos nominados por cinco críticos y expertos en fotografía. Los competidores de este año, que exponen las series nominadas en el festival, son Frank Berger (Alemania, 1972), Stephanie Kiwitt (Alemania, 1972), Marie Angeletti (Francia, 1984),  Christodoulos Panayiotou (Chipre, 1978), Nader Adem (Arabia Saudí, 1984), Sarah Waiswa (Uganda, 1980), Beni Bischof (Suiza, 1976), Sara Cwynar (Canadá, 1975), Basma Alsharif (Kuwait, 1983) y Daisuke Yokota (Japón, 1983).

Las exposiciones del programa oficial están divididas por secciones temáticas. Destacan Calle, una exposición que pretende revisar las nuevas tendencias de las foto callejera y comparar las miradas sobres los "espacios de recreo públicos" de los reporteros Sid Grossman, muerto prematuramente a los 42 años en 1955 y semiolvidado en la actualidad; contraponer las visiones complementarias de Ethan Levitas and Garry Winogrand; Peter Mitchell; Eamon Doyle y Christian Marclay.

En Africa Pop se presentan tres muestras sobre la efervescencia y el humor de la fotografía del continente a través de las obras de Maud Sulter, la antología Swinging Bamako sobre los desenfadados retratistas de Malí y Tear My Bra, que indaga en la industria del cine Nigeriano.

After War, otra colectiva, centra la visión en las heridas que quedan en los territorios que han sido escenarios de conflictos bélicos. Está formada por fotos de Yan Morvan, Alexandre Guirkinger, Don McCullin.