El vuelo a vela (II)

  • En este artículo entenderás lo qué es un vuelo sin motor y sus características.
  • España cuenta con el Club de Vuelo Sillas Voladoras, con el que personas con discapacidad pueden disfrutar de la experiencia de volar.
  • En España se dan condiciones muy favorables para esta práctica gracias a la geografía y al clima locales
  • LEE LA PRIMERA PARTE.
Planeador realizando un vuelo.
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Planeador realizando un vuelo.

PRIMERA PARTE: "EL VUELO A VELA: A LOMOS DEL VIENTO"

Existen varios fenómenos atmosféricos que pueden generar viento vertical, y todos son de alguna manera útiles para el vuelo a vela. Entre ellos destacan las térmicas y la onda de montaña; unas por propiciar la mayoría de vuelos en todo el mundo, y la otra por la gran cantidad de energía que libera, que hace posibles vuelos de récord.

Las térmicas son columnas de aire ascendente provocadas por la irradiación solar, que calienta la superficie terrestre, y ésta a su vez aumenta la temperatura del aire que se encuentra en contacto con ella. Al calentarse, el aire pierde densidad, se vuelve más ligero que el existente a su alrededor y éste ocupa su lugar empujándolo hacia arriba. El aire caliente sube entonces de la misma manera que el humo de una chimenea. La técnica del vuelo en térmica consiste en localizar estas corrientes y volar en círculos cerrados en su interior, de este modo el planeador asciende con la columna de aire trazando una espiral.

Una vez se alcanza el techo de la térmica o se desea abandonarla, se prosigue la ruta planeando al tiempo que se buscan otras térmicas próximas al camino. La altitud es el combustible de un planeador, luego cuantas más térmicas se encuentren en el camino y cuánto mayor sea su techo, más prolongado podrá ser el vuelo y por consiguiente, más distancia podrá cubrirse también.

Aunque no es una ciencia exacta, hay numerosos indicadores que marcan la posición de las térmicas. Por ejemplo, cuando el aire ascendente es suficientemente húmedo, al llegar a una determinada altitud acaba condensando y formando una nube tipo cúmulo, luego un piloto mínimamente avezado verá un cielo plagado de cúmulos como un mar de oportunidades. Otro ejemplo es la presencia de aves; los buitres y otras aves utilizan las térmicas para elevarse sin necesidad de batir las alas.

La onda de montaña se origina a partir de unas condiciones meteorológicas muy diferentes a las que generan las térmicas. Como su propio nombre indica, se trata de una corriente de aire que adquiere un comportamiento ondulatorio en zonas montañosas. Para que este fenómeno se produzca son necesarias dos circunstancias: la primera, que un viento de relativa intensidad incida perpendicularmente (o casi) contra una cadena montañosa, y la segunda, que por encima de la cadena montañosa exista una capa de aire estable. La masa de aire estable servirá de guía a la corriente ondulatoria, que discurrirá principalmente en su seno, ya que al encontrarse esta capa emparedada entre dos capas de aire más turbulento, ofrece al viento un camino con menos resistencia.

Diagrama de la corriente de aire formando ondas de montaña

*Autor: Federico Martínez

Ante estas premisas, el viento horizontal, al chocar con la cadena montañosa, asciende por su ladera hasta sobrepasar la cumbre y penetrar en la capa de aire estable. Impulsada por su propia inercia, la corriente de aire sigue subiendo mientras se enfría, ganando densidad y peso, hasta que en determinado momento, y atraída por la gravedad, vuelve a descender al tiempo que continúa su avance horizontal a sotavento de la montaña. Al descender, el aire aumenta su temperatura, pierde densidad y se vuelve más ligero, y en un instante dado, vuelve a ascender.

El proceso se repite, y de este modo, la corriente de aire dibuja una trayectoria oscilante de ascensos y descensos que se va amortiguando a medida que se aleja de la montaña que la genera. Las periódicas subidas de esta onda suponen una poderosa fuerza ascensional para un velero, cuyo piloto, por el contrario, deberá siempre tener muy en cuenta que entre ellas se intercalan importantes descendencias, además de la presencia de zonas muy turbulentas en las capas inferiores llamadas rotores.

Cuando la corriente de aire que forma la onda está suficientemente cargada de humedad, se condensa al llegar a determinada altitud formando nubes. Las nubes de onda son muy características, pues quedan dispuestas paralelamente a la cadena montañosa y espaciadas entre sí, formado calles, y marcando perfectamente las crestas de los sucesivos rebotes de la onda.

Un lugar ideal para la formación de ondas es la cordillera de los Andes, pues se trata de una cadena montañosa de gran elevación y de 7.500 km de longitud, perpendicular a los vientos alisios predominantes en la zona. Es por ello que los intentos de récords suelen llevarse a cabo allí. Sin embargo, no hace falta viajar a Sudamérica para disfrutar del vuelo sin motor. En España se dan condiciones muy favorables para esta práctica gracias a la geografía y al clima locales. En verano, la meseta central es un paraíso para el vuelo en térmica, y en invierno las cadenas montañosas repartidas por la península propician la aparición de ondas.

Calles de nubes de onda en los montes Apalaches (EEUU)

Además, aunque menos extendido que en otros lugares, el vuelo a vela se encuentra muy consolidado en nuestro país, donde cuenta con numerosos adeptos y aeródromos en los que practicarlo, con doce escuelas de vuelo habilitadas para la obtención del título de piloto de planeador. Una de ellas es la Escuela de Vuelo de Ocaña (Toledo), que oferta desde vuelos de divulgación hasta cursos de acrobacia, y donde opera el Club de Vuelo Sillas Voladoras, con el que personas con discapacidad pueden disfrutar de la experiencia de volar a vela en planeadores adaptados y también conseguir su licencia de piloto.

El vuelo a vela ofrece sensaciones únicas tanto si se practica de forma puntual como regular. Al atractivo de estar a los mandos de hermosos aparatos de líneas esbeltas desde una cabina similar a la de un caza, se añade el disfrutar de hermosas vistas, moverse en tres dimensiones, la adrenalina de un looping, flotar en el aire, virar una térmica acompañado de una bandada de buitres, etc.

El piloto habitual, además, se sumerge en un mundo abundante en matices, en el que no hay dos vuelos iguales y se da un continuo y profundo aprendizaje tanto de técnica de vuelo como del funcionamiento de la atmósfera (tanto es así, que fuerzas aéreas de varios países instruyen a sus aviadores en el manejo de planeadores para enriquecer su formación). Un mundo cargado de emociones, donde siempre existe algo nuevo por explorar y donde constantemente se busca volar más lejos, más alto y más rápido. Y todo, a lomos del viento.

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