Mi madre me dice siempre: «Te pasas el día quejándote, filla, y eso es una muy mala costumbre». No es que una le haga caso en todo (aunque, mejor me iría), pero la verdad es que tiene razón. Así que, aprovechando que ha empezado el nuevo curso, que una ha vuelto renovada de las vacaciones, con ganas (al menos eso se me presupone) y muy buenos propósitos, este año intentaré quejarme menos. A partir de ya trataré de hacer la vista gorda con ese bache que lleva meses tocándome los amortiguadores al salir del garaje, tampoco diré nada si veo que una linda pareja de multamóviles se acerca por la espalda, con premeditación y alevosía. Me armaré de paciencia cada vez que esté en un atasco; aguantaré la respiración cuando pasee a orillas del Lagares, compraré unos
tapones para dormir los jueves, los viernes y, sobre todo, los sábados... En fin,
tapones para dormir los jueves, los viernes y, sobre todo, los sábados... En fin,
que seré buena chica. Ah! y, por supuesto, esta vez iré al gimnasio. Al menos, prometo intentarlo...
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