¿Cómo activamos nuestra creencia en que algunos objetos son "casi personas" y, por tanto, los tratamos como tal? El experto japonés en robótica Masahiro Mori (1927), uno de los pioneros en el estudio de los humanoides, formuló una respuesta mediante la hipótesis del Valle inquietante: cuando la apariencia de un robot es más humana, la respuesta emocional de un humano será cada vez más positiva y empática, hasta cruzar un punto a partir del cual se convierte en una fuerte repugnancia.

Sin embargo, de acuerdo con la hipótesis del japones, cuando la apariencia del robot es menos distinguible, la respuesta emocional se vuelve positiva una vez más y se va aproximando a niveles de empatía como los que se dan entre humanos.

A partir de la hipótesis de Mori —que también puede aplicarse a cualquier objeto antropomórfico (muñecos de peluche, figurillas, marionetas...)—, la singular exposición Persona, étrangement humain (Persona, extrañamente humano) se pregunta, coligando disciplinas o creencias de la antropología, el arte, la religión y la ciencia, qué nos hace, por ejemplo, hablarle al ordenador con la misma confianza y tono que a un amigo, adorar objetos o creer en las presencias inmateriales. La muestra, organizada por el Museé du Quai Branly de París, está abierta hasta el 31 de agosto.

La propuesta, parte de cuyo contenido tiene acceso on line a través de un PDF interactivo en francés, se pregunta por qué numerosos objetos son tratados de forma regular con patrones de comportamiento que presuponen la casi humanidad o la presencia de capacidades ocultas. "¿Cómo lo inanimado se convierten en animado? ¿Cómo se establece una relación inusual o íntima con estos objetos?", enuncian como enigmas de partida el grupo de antropólogos que ha preparado la exposición, convencidos de que vivimos un momento en que "nuestras ideas sobre lo que es un ser humano son vacilantes" y "está cambiando continuamente".

Muchos de los objetos con los que establecemos este tipo de relaciones especiales gozan para nosotros de "un estado más similar al de una persona o un animal que al de un simple objeto". Obras de arte —occidentales o no occidentales, populares o contemporáneas—, o productos de alta tecnología —robots, máquinas— están dotados gracias al uso regular de "capacidades inesperadas para la acción que los hace casi gente".

Un niño entregado a su muñeco de peluche o alguien que maldiga al ordenador o cualquier dispositivo móvil por "incompetentes" o tercos no son demasiado diferentes a un chamán tribal que hace un llamamiento a los espíritus a través de una estatuilla que se asemeja a los dioses.

Esta "transferencia", la confusión entre lo humano y lo no humano y la relación "específica y personalizada" que nos conecta con los objetos es el gran tema de la exposición antropológica. Entre las experiencias para los visitantes se ofrece una incursión en la robótica mediante el trabajo de Mori en relación con el antropomorfismo en artefactos que, al tener un "aspecto demasiado humano" o un "realismo intimidante", perturban al espectador.

Entre los objetos que pueden verse en Persona, étrangement humain hay prototipos de dispositivos cibersexuales del artista Yann Minh, muñecas del amor de aspecto y tacto hiperrealistas, tótems, amuletos, figuras de vudú y brujería de diferentes culturas y las figuras de arte contemporáneo del japonés Yanobe Kenji.