Lección de madurez en Mozambique

  • Los 100 jóvenes madrileños enviados por la Comunidad al país africano apuran sus últimos días de expedición.
  • Todos confiesan estar viviendo una experiencia decisiva en sus vidas.
  • Clara y Sandra, dos de las jóvenes que participan en esta edición de Rumbo al Sur, nos hacen partícipes de sus días en África.
Clara (izda.) y Sandra, dos de las jóvenes expedicionarias de Rumbo al Sur, rodeadas de niños al caer el sol en la aldea de Howke, en el sur de Mozambique.
Clara (izda.) y Sandra, dos de las jóvenes expedicionarias de Rumbo al Sur, rodeadas de niños al caer el sol en la aldea de Howke, en el sur de Mozambique.
IGNACIO GÓMEZ
Clara (izda.) y Sandra, dos de las jóvenes expedicionarias de Rumbo al Sur, rodeadas de niños al caer el sol en la aldea de Howke, en el sur de Mozambique.

Clara tiene 17 años y es de Chamartín. Sandra tiene la misma edad y es del barrio del Pilar.

En circunstancias normales, su único nexo común habría sido el de ser madrileñas y estudiantes.

Hoy las dos conviven sin embargo en Mozambique, junto al resto del centenar de chavales de Rumbo al Sur, un programa de tres semanas auspiciado por la Comunidad de Madrid con el que se pretende que los jóvenes tomen conciencia de las difíciles condiciones de vida de los africanos y experimenten de primera mano las virtudes de la cooperación.

Llegar hasta aquí no les ha sido fácil. Las dos tuvieron que superar un duro proceso de selección entre trescientos aspirantes. Aquí no tienen ni tele, ni móvil, ni consolas, se levantan a las cinco de la mañana y tienen asignadas tareas que no pueden postergar. No parece importarles. A ambas se les agrandan los ojos al hablar de la experiencia africana.

En Rumbo al Sur, hay un componente aventurero, pero la estancia tiene una finalidad principalmente solidaria. Todos los días, los chavales visitan algún proyecto de cooperación. Con el que conocieron ayer, en la aldea de Howke, en el sur del país, y cofinanciado por la Comunidad de Madrid, se reasentó a mas de un centenar de familias afectadas por las fuertes inundaciones del ano 2000. Se les dieron una hectárea de tierra a cada una, una casa y financiación para empezar una nueva vida. Hoy ya son autosuficientes.

Convivencia con la gente

A Clara y a Sandra, sin embargo, lo que más les impresiona no son los programas en sí, si no la convivencia con la gente del país. "Es entonces cuando te das cuenta de si esos programas los hacen verdaderamente felices. O ves que la ayuda que les envías les llega verdaderamente. Y la verdad es que sí, yo he visto a chavales con camisas de Hugo Boss y de Beckam", nos dice Clara.

La imagen que transmiten de África por la tele no es la que vemos aquí

La estancia, que terminará el próximo lunes, les ha despertado su lado más crítico. "La imagen que transmiten de África por la tele no es la que vemos aquí", confiesan ambas. "Tenemos mucho que aprender de ellos, ya sea de su eterna sonrisa, su fortaleza o su generosidad. Te lo dan todo aunque no tengan nada", cuenta Sandra, al tiempo que me enseña con orgullo un collar que le regaló un niño.

El programa les ha permitido "palpar" el continente africano: "Sólo sabes lo que andan los niños y lo que trabajan las mujeres hasta que te toca andar y trabajar con ellos bajo la solana". Cuando vuelvan, Clara estudiara Biología y Sandra, Medicina. Contarán lo que han visto, pero sin "espantar" a sus amigas. A ellas les dirán que los africanos son como ellas. Sandra lo resumió en una frase: "Me sorprendió enormemente que un niño me dijera que quería ser medico, como yo. Me di cuenta de que él no es ni más ni menos, simplemente que no lo tiene tan fácil".

(Podéis leer el relato de la expedicion, junto al artículo de Rumbo al Sur que publicó la edición impresa y a otro aparte sobre la vacuna de la malaria, en "enlaces relacionados")

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