Había estilos para todos los gustos. Los de rotulador rápido como el inglés Anthony Garner o los más minuciosos, que primero daban unos trazos a lápiz y luego lo repasaban con el permanente. Es el caso de Oriol Roca. Eso sí, ninguno tardaba más de tres minutos.
Niños, mayores, parejas... incluso perros. Todos quedaban plasmados sobre el papel. Lo gracioso era que ponían unas caras de angelitos que no han roto un plato en su vida y luego salía lo que el artista veía.
Las reacciones de los modelos eran de lo más dispares. «He salido como soy. Bueno, un poco exagerada, pero es divertido», reconoce Cristina. María del Carmen, en cambio, se alejaba del caricaturista, observando su obra poco convencida del resultado: «No se parece mucho a mí».
Lo malo era la espera. Cada dibujante tenía ya a primera hora una fila de entre 50 o 60 personas, que desanimaba a los curiosos a esperar para conseguir un retrato. Eso sí, ya se encargaban de hacer corrillo para ver a las víctimas del trazo singular de los rotuladores.
Aguantaron la leve lluvia que comenzó a caer a media tarde. Hoy regresan de 18.00 a 21.00 h. Un consejo: si haces cola un poco antes de empezar, esperas menos.
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