La obra devastadora, erótica y lírica de Nobuyoshi Araki, en una antología de 400 fotos en París

  • El japonés Nobuyoshi Araki (1940), fotógrafo del amor, la muerte y las mujeres encordadas elige las mejores 400 obras de su larga y atrevida carrera.
  • Una exposición aborda todas las facetas del creador, censurado más de una vez por quienes ven en las imágenes de 'kinbaku' una humillación para las mujeres.
  • "La fotografía también ata a las personas (...) Soy yo quien ata a mis modelos y, después de la sesión de fotos, quien deshace los nudos", dice.
Araki retrata a una mujer atada y colgada
Araki retrata a una mujer atada y colgada
© Nobuyoshi Araki / Courtesy Taka Ishii Gallery
Araki retrata a una mujer atada y colgada

El fotógrafo japonés Nobuyoshi Araki, que en mayo de 2016 cumple 76 años, perdió por completo la visión de su ojo derecho en 2013 y está en tal delicado estado de salud que no se ha trasladado a París para la inauguración de la mayor exposición de su obra en Europa en décadas. Ha participado activamente, sin embargo, en la selección de la antología, un repaso que tiene algo de lirismo sepulcral, dado que el maestro ha confesado sentirse "cerca de la muerte".

La retrospectiva, titulada simplemente Araki —estamos hablando de uno de esos creadores cuyo nombre es también inconfundible marca—, se expone en el Musée national des arts asiatiques – Guimet de la capital francesa hasta el 5 de septiembre. Es un detallado camino —se muestran nada menos que 400 fotografías tomadas entre 1965 y 2016— por los temas de los nunca ha logrado apartarse: el erotismo, el deseo, el relato autobiográfico con imágenes, las flores, las muchachas desnudas, atadas y suspendidas según las técnicas del bondage japonés en la modalidad del Kinbaku-bi (literalmente, la belleza del atado apretado) y, sobre todo, las ideas que, según él mismo ha anunciado, figurarán en su epitafio, "amor y muerte".

Se le ha llamado pornógrafo

Aunque en más de una ocasión se le ha tildado de pornógrafo —las imágenes no hurtan las vulvas de las jóvenes modelos— y sus exposiciones han estado precedidas por alertas hacia las sensibilidades delicadas de quienes pueden soportar una masacre por vía televisiva pero no a una chica maniatada según una tradición que en Japón se remonta al siglo XVII, la muestra de París, quizá por la afamada tolerancia de la ciudad, no contiene advertencias sobre ofensas presuntos y está admitida la entrada a menores de edad.

El kibaku se inspira en un arte marcial ancestral, el hojôjutsu, usada para inmovilizar al oponente con una cuerda anudada con científica maestría, una técnica que todavía se estudia en las academias de la policía japonesa. Originalmente reservada a los guerreros samurái, la precisión al maniatar al prisionero era tal que se podía incluso distinguir los nudos característicos de una determinada familia, averiguar la clases social del reo o el crimen del que se le acusaba.

Acuerdo mutuo

Para Araki, a quien se considera un genio de la sensualidad y el erotismo japoneses o un pornógrafo cuya obra degrada a la mujer y adolece de sexismo, no hay nada de malo o discutible en la exploración de la sexualidad siempre que exista un acuerdo mutuo entre los participantes. En las imágenes de chicas atadas y colgadas no advierte señal alguna de humillación.

"Para mí es un gesto de ternura, como una caricia. Nunca he impuesto el kinbaku, nunca he pagado a una modelo. Son las mujeres las que me piden que las ate (...) La fotografía también ata a las personas, las mete en una cámara. La fuente de la foto está en el kinbaku, en el arte de amarrar las cosas y los eventos. Soy yo quien ata a mis modelos y, después de la sesión de fotos, quien deshace los nudos", declara el fotógrafo en el catálogo de la exposición.

Fotógrafo de dualidades

Es injusto y peca de grosero reducir a las fotos de bondage la producción amplísima de este polifacético creador imparable —ha editado, casi siempre por su cuenta y riesgo, más de 400 libros y fanzines con sus obras—. Aunque no suele juzgarse al fotógrafo, en activo desde mediados de los años sesenta, como un autor especialmente místico, el equilibrio de las polaridades de vida y muerte, amor y soledad, es un hilo principal creativo, así como las dualidades de la banalidad y la espiritualidad, la luz y la sombra, la verdad y el disfraz, la realidad y la ficción, la racionalidad y la pasión, la creación y la destrucción, la seducción y la decadencia, la vida y la muerte, el paraíso y el infierno.

Más allá de las instantáneas de mujeres amarradas con cuerdas en poses sexualmente explícitas, la retrospectiva indaga en la vasta producción fotográfica de Araki, desde la sensualidad macrofotográfica de pétalos y estambres, hasta las imágenes cotidianas, que cultiva —se considera un "fotomaníaco"— mucho antes de que las fotos del día a día inundaran el mundo de las redes sociales.  "Toda la fotografía es un paisaje privado", reflexiona el autor de una narración vital en imágenes que muestra la disciplina que ha acompañado durante toda su carrera a un artista que nunca se separa de su máquina fotográfica.

'Poesía y búsqueda'

A través de esa ansiedad documental Araki ha generado una obra "impregnada de poesía y de búsqueda plástica" que reposa también "sobre una incesante experimentación", explican los comisarios de la muestra, Jérôme Neutres y Jérôme Ghesquière. Su trabajo, añaden, muestra el arraigo en la "cultura tradicional japonesa" y, al mismo tiempo, sirve como "ventana al Japón contemporáneo".

Hijo de un artesano que fabricaba zuecos nipones tradicionales (getas), titulado en cine en la universidad y camarógrafo de una agencia de publicidad en sus inicios, la crítica sitúa el punto de partida de la obra de Araki en el inicio de los años setenta. Desde ese momento ha jugado al azar, las fotos accidentales, la lascivia erótica, el anarquismo, la vulgaridad y el sentimentalismo. El efecto acumulativo de tanto giro puede resultar abrumador, dado que este frenético trabajador ha desarrollado también un gran interés por la vida de las grandes ciudades, que entiende como matrices llenas de modos de vida, las flores, la muerte y la intimidad.

Björk y Lady Gaga

Pese a la fama universal que le acompaña y a que algunas de sus obras hayan envuelto objetos de consumo popular y masivo —por ejemplo, la cubierta y todas las fotos de Telegram, el disco de remixes editado por Björk en 1997, o su editorial de moda en Vogue con Lady Gaga en 2009, al que siguió una serie de Polaroid que dio mucho que hablar—, el fotógrafo no se ha acomodado. En la muestra muestra una nueva serie excepcional que realizó en 2015 pensando en estrenarla en París, Tokio-Tombeau.

Con mucha mayor vehemencia que cualquier otro artista contemporáneo, Araki se ha expuesto al escrutinio público al mostrarse y mostrar su vida ante la cámara. Siempre practicó el exhibicionismo. Un ejemplo que le define es su historia conyugal: se casó con una compañera de trabajo en la agencia Dentsu, Yōko Araki, y publicó una serie de fotos muy explícitas de su luna de miel, Sentimental Journey. Cuando Yōko murió de un cáncer su marido retrató sus últimos días y los editó en otro libro conmovedor, Winter Journey.

Si el primera figura de la arquitectura japonesa Tadao Ando escribe en el catálogo que cuando descubrió la obra de Araki sintió "un golpe muy fuerte, como cuando vi por primera vez el Partenón", el fotógrafo autor de tanta poderosa belleza siente que está a punto de afrontar la última etapa de su vida. Se lo toma con humor, jugando al malditismo mediante su semiceguera —"ahora solo hago fotos con el ojo izquierdo, mi favorito"—, pero no olvida recordar que el tema de su búsqueda es la muerte. "Una foto es silenciosa. No habla. De hecho, se parece a un cadáver", resume Araki.

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