El desarrollo de la computación afectiva, cuando las máquinas empiezan a ser humanas

  • Los sistemas ya son capaces de interpretar el lenguaje natural, identificar emociones, aprender, llegar a ideas complejas y responder en consecuencia.
  • La computación cognitiva o afectiva supone un cambio de paradigma en el que los ordenadores se adaptarán a los humanos y no al revés, como ahora.
  • Esta rama de las ciencias de la computación está consiguiendo desarrollos sorprendentes en la mejora de la inteligencia artificial.

En 2013, Spike Jonze imaginó una tierna aunque desasosegante historia de amor entre un hombre con el rostro de Joaquin Phoenix y un sistema operativo con la sensual voz de Scarlett Johansson. Su película, Her, se sumaba así a la larga lista de relatos de ciencia ficción centrados en el potencial de la inteligencia artificial.

Sin embargo, hay una importante diferencia entre Her y otras historias de la misma temática: resulta inquietantemente cercana, como una versión mejorada de Siri o de Cortana. Lo cierto es que la realidad de la película aún está muy lejos, pero todo apunta a esa dirección, ya que uno de los grandes retos tecnológicos actuales es el desarrollo de la computación cognitiva o afectiva.

"La computación afectiva son los estudios que se dedican a la creación de herramientas que pueden medir las emociones humanas, interpretarlas y simularlas. El objetivo es que podamos tener una interacción más natural con las máquinas, similar a como normalmente nos relacionamos con otras personas", explica Javier Hernández, investigador español del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), a 20minutos.

Este joven experto, que ha llegado a trabajar en la prestigiosa universidad estadounidense, afirma que "los ordenadores del futuro se adaptarán a los humanos y no al revés". "Hasta ahora se ha pensado que la gente se tiene que adaptar al ordenador, porque es difícil crear uno que funcione para todos. En cuestiones de accesibilidad, creemos que las emociones pueden facilitar el hecho de que el ordenador se adapte a la persona en lugar de al revés. Es meter a la persona en la ecuación tecnológica.", relata Hernández.

"Es un cambio de paradigma bastante serio que llegará. En algún momento, tu portátil sabrá cómo te sientes, tu móvil lo sabrá y, cuando estés muy estresado, quizás te recomiende una canción o hablar con alguien. Y luego, una vez lleguemos a ese punto, se podrá utilizar en otros casos más serios, por ejemplo, para tratar la depresión" añade.

Aunque esta tecnología aún está en una fase temprana, ya hay muchos proyectos en marcha. Cada vez hay más empresas centradas en el reconocimiento de expresiones faciales para evaluar objetivamente la respuesta emocional de las personas con respecto a anuncios publicitarios, juegos, perfumes... Desde le punto de vista del marketing, los beneficios son obvios, pero también hay mucho potencial en áreas como la salud y la accesibilidad y asistencia, "sobre todo para personas que tienen dificultades o carecen de la capacidad de leer las emociones de otras personas o incluso de expresarlas". Para esas personas, las herramientas de computación afectiva pueden servir como "prótesis comunicativas".

Las posibilidades de esta tecnología son infinitas: pueden ayudar a la relajación, a combatir fobias, a desarrollar videojuegos más complejos y adaptables al jugador, a detectar el estrés... "El estrés es algo que necesitamos en el día a día para sobrevivir, pero si lo experimentas durante muchas veces durante el día, puede ser muy negativo: te puede crear fatiga, problemas de sueño, obesidad y, a la larga, puede acortar la esperanza de vida", explica Hernández.

A partir de señales fisiológicas (ritmo cardíaco, respiración, sudoración, cantidad de movimiento...), los investigadores han logrado obtener información que permite inferir los niveles de estrés de las personas utilizando inteligencia artificial. A partir de estos datos han elaborado una visión del coche de futuro, que puede cuantificar los niveles de estrés del conductor. "Con cámaras que miden la coloración de la piel, el ritmo cardíaco, análisis de cómo tocas el GPS, de cómo hablas... hemos imaginado diversas aplicaciones: el cambio de voz del GPS para empatizar más con el conductor, el cambio de color dentro del coche para que el conductor sea consciente de que se está estresando, el cambio de color del coche por fuera —se pone rojo intenso, por ejemplo— para que lo sepan los demás conductores...", desarrolla javier Hernández.

Los riesgos para la privacidad

Como toda nueva tecnología, el desarrollo de la computación cognitiva trae asociados nuevos problemas a los que enfrentarse. El más destacado en este caso es el relacionado con la privacidad, especialmente delicada cuando de lo que se habla es de emociones. Hernández cuenta que en el MIT también han abordado ese tema.

"Recientemente hicimos un estudio en el que enseñamos que los sensores de Google Glass o de los relojes inteligentes pueden medir tu ritmo cardíaco y tu respiración, monitorizando cambios muy sutiles de movimiento. También hemos realizado otro en el que demostramos que, analizando esos patrones de movimiento también puedes identificar a la persona: puedes saber su género, su peso, su postura... Y todo eso es una información privada muy importante", cuenta el experto.

"Actualmente, tú te puedes descargar una aplicación que puede monitorizar tu sensor de movimiento sin permiso de ningún tipo", añade.

En esos casos, lo que deciden es publicar y difundir la información, para que la gente lo sepa y las empresas se sientan presionadas y actúen en consecuencia, "para que Google cambie sus pólizas, para que Apple vea que el sensor de movimiento es algo serio y entonces empiecen a cambiar estas cosas". "Otras veces lo protegemos. Compramos una patente y la bloqueamos para que nadie la utilice o para que la utilicen solo con fines positivos", aclara.

El otro gran problema de este desarrollo tecnológico es el rechazo que puede producir las personas. Existe una hipótesis llamada uncanny valley o valle inquietante, que es cuando, por ejemplo, un robot se parece mucho a un humano y empieza a resultar un poco inquietante. para evitar esto, Hernández cree que ha que dejar claro que las máquinas "inteligentes" tienen que ser algo que complemente a los humanos, que los ayude, no que los sustituya.

Inteligencia artificial muy humana

En la misma dirección apunta Elisa Martín Garijo, directora de tecnología e innovación de IBM, quien recientemente explicó las grandes posibilidades de la computación cognitiva y mostró cómo es posible que una inteligencia artificial —en este caso Watson, el superordenador de IBM— aprenda y aplique sus conocimientos a un área tan humana y creativa como la cocina.

Como Hernández, Elisa Martín explica que esta tecnología supone " un cambio de paradigma que establece lo que es la conversación, la relación entre las personas y los sistemas de información". "Hasta ahora, cada vez que estáis ante vuestro ordenador personal o vuestro móvil, quien está dirigiendo vuestras conversaciones son las aplicaciones. Las aplicaciones son las que os están haciendo las propuestas de cuál es el siguiente paso que hay que dar para llegar al objetivo. Eso es lo que va a cambiar", asegura la experta, quien pone como ejemplo un vídeo en el que Bob Dylan mantiene una conversación con Watson.

"Con computación cognitiva, lo que estamos intentando no es crear algo independiente de la manera en que las personas pensamos, es simular la manera en la que las personas pensamos", explica. Los sistemas, como los humanos, ya son capaces, a través de la variablidad en las frecuencias del sonido, de interpretar el lenguaje natural, identificar emociones, aprender, llegar a conclusiones e ideas complejas y responder en consecuencia.

Además, los sistemas pueden acceder a un universo de información vastísimo: pueden interpretar miles de documentos de medicina, miles de recetas, mieles de textos legales... y ofrecer una serie de opciones para que la persona seleccione la más conveniente.

"Nuestra apuesta está en ese cambio de paradigma, utilizar la tecnología para explotar los datos y aprender desde los datos, acercar los procesos a los datos y no los datos al proceso. La cantidad infinita de información que estamos generando nos empuja a que tecnológicamente haya que dar este salto", concluye Martín Garijo.

La rebelión de las máquinas sigue siendo materia de universos distópicos, aún es poco probable que la lavadora nos espíe y difícilmente nadie se enamorará de su sistema operativo, pero la inteligencia artificial avanza a pasos agigantados, la ciencia ficción cada día se aleja más de su segundo elemento y es bien seguro que realidades que ahora parecen de película acaben formando parte de la cotidianidad de la vida diaria. El futuro está aquí, encerrado en esos dispositivos que ahora todos llevamos en el bolsillo.

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