Cervantes en Alcalá: el cuarto niño de Rodrigo y Leonor

Dos adolescentes se abrazan a la escultura de don Quijote en la Calle Mayor de la ciudad natal de Cervantes.
Dos adolescentes se abrazan a la escultura de don Quijote en la Calle Mayor de la ciudad natal de Cervantes.
JORGE PARÍS
Dos adolescentes se abrazan a la escultura de don Quijote en la Calle Mayor de la ciudad natal de Cervantes.

Miguel de Cervantes Saavedra se ha instalado en el imaginario como un hombre enjuto, de gesto serio, barba canosa y gorguera blanca. Pero antes de la celebridad y los honores fue Miguel a secas, el niño de Rodrigo y Leonor, el cuarto hijo tras Andrés, Andrea y Luisa y al que siguieron Rodrigo y Magdalena.

Desde mediados del siglo pasado, se apuntó al número 48 de la calle Mayor de Alcalá de Henares como la casa en la que probablemente habría dado sus primeros pasos. Literalmente primeros porque en 1551, cuando tenía 4 años, la propiedad (de su abuelo paterno) se puso en venta.

En esa infancia temprana quizás visitase en alguna ocasión el Hospital de Antezana, donde se cree que trabajó su padre, "zurujano sangrador", algo así como un practicante de la época. El edificio hospitalario, que aún se conserva, colinda con el hogar familiar, y en dirección opuesta, a solo unos pasos, el pequeño Miguel podía encontrarse con su tío Juan, quien vivía en la casa conocida como la Calzonera.

Aunque nunca volvería a residir en Alcalá de forma permanente, la ciudad universitaria está muy ligada al célebre autor, tanto biográfica como creativamente. Su abuelo Juan de Cervantes fue designado teniente de corregidor en 1509 en una villa marcada por la creación de la universidad de mano del cardenal Cisneros, y allí se establecería la familia.

Entre los pocos documentos validados que se conservan se halla su partida bautismal, registrada en la antigua parroquia Santa María la Mayor, hoy capilla Oidor. Allí le llevaron Rodrigo y Leonor un domingo 9 de octubre de 1547.

De sus seis hermanos, se sabe a ciencia cierta que una de ellas, Luisa, residió en Alcalá hasta el final de sus días como carmelita en el convento de la calle de la Imagen, perpendicular a la casa natal. Allí, sor Luisa de Belén Cervantes convivió con Teresa de Jesús y llegó a priora. Murió poco después que su insigne hermano (en algún momento entre los años 1620 y 1623) y fue enterrada en el monasterio que había sido su hogar.

En el plano literario, la importancia de Alcalá no es menor. Tras la batalla de Lepanto y el cautiverio en Argel, Miguel de Cervantes debutó como novelista con la primera parte de La Galatea, dividida en seis libros, impresa en un taller de la calle Libreros, cuando tenía 38 años. También hay constancia de que, en el Colegio de Teólogos de la Madre de Dios, Francisco Murcia de la Llana aprobó la fe de erratas de la primera parte de la obra cumbre cervantina en diciembre de 1604.

Y otro reputado alcalaíno, Bernardo de Sandoval y Rojas, arzobispo de Toledo, respaldó la segunda parte, como constató el autor agradeciéndole su mecenazgo en el prólogo: "Vívame la suma caridad del ilustrísimo de Toledo, don Bernardo de Sandoval y Rojas, aunque no haya imprentas en el mundo y aunque se impriman contra mí más libros que letras tienen las coplas de Mingo Revulgo".

Hasta nuestros días ha llegado otra magna obra del cardenal, las Bernardas, el convento cisterciense que mandó construir en 1613, época en la que Cervantes remataba las aventuras del hidalgo más famoso de todos los tiempos.

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