Respiro a la orilla de dos países

Playa, naturaleza y gastronomía se mezclan en Hondarribia, Irún y Hendaya.
El colorido de macetas y balcones caracteriza el barrio de la marina de Hondarribia.(Bidassoa-Txingudi)
El colorido de macetas y balcones caracteriza el barrio de la marina de Hondarribia.(Bidassoa-Txingudi)
El colorido de macetas y balcones caracteriza el barrio de la marina de Hondarribia.(Bidassoa-Txingudi)
¿Padeces el síndrome posvacacional? ¿Te gustaría escaparte a la playa? ¿A la montaña? ¿Y si pudieras disfrutar de ambas opciones? Hondarribia (Fuenterrabía), Irún y Hendaya ofrecen esa posibilidad. Pertenecen a dos países distintos, pero en realidad sólo están separadas por el río Bidasoa y ya piensan como una sola comarca en algunos temas, como el turismo.

Su oferta es extensa: surf, senderismo, paseos en barco, bicicleta o caballo y gastronomía, además de visitas a San Sebastián (a 20 minutos), Bilbao (una hora) y San Juan de Luz o Biarritz. A dos horas en coche está Burdeos.

Recinto fortificado

Hondarribia es una pequeña ciudad medieval, llena de jardines y con un conjunto único en el País Vasco: la marina, el barrio de pescadores; los edificios, de piedra y madera, lucen los mismos colores que los barcos de sus dueños. No hay que dejar de visitar el parador desde donde se puede contemplar la desembocadura del Bidasoa.

Irún fue destruida en la guerra civil y hoy es una ciudad moderna. Aun así, conserva restos de su pasado: la ermita de Santa Elena o el Ayuntamiento. Además, en ella desmontarás el mito de que los romanos no llegaron al País Vasco. Su museo arqueológico acoge los restos del antiguo puerto de Oiasso, ciudad que durante mucho tiempo sólo fue leyenda.

Hendaya, donde se celebró la reunión entre Hitler y Franco, ofrece playas de arena blanca, olas y relax en el complejo de talasoterapia Serge Blanco. También es un regalo para la vista, con bosques y prados del palacio de Antoine d’Abbadie, defensor de la lengua vasca, astrónomo y viajero del siglo xix.

¡Una de pintxos!

Tanta actividad abre el apetito, y nada mejor que unos pintxos para combatirlo. Los hay para todos los gustos. Desde anchoas marinadas de la tierra a un chipirón en su tinta sobre pan de centeno, pasando por unos muslitos de pollo al tomillo rellenos de queso de cabra, o queso idiazabal con verdel, cebolla, berza y membrillo. Para acompañarlos, una copa de txacoli, un vino de la tierra que se sirve como la sidra y que se sube a la cabeza si no se bebe con moderación. La comarca Bidasoa-Txingudi, además, ofrece cocina de diseño. El restaurante de Íñigo Lavado (Irún) es un buen ejemplo. No dejes de probar su sorbete de vino tinto.

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