lll Garmía empuja el carrito de su hijo Slián e imita los balbuceos del niño: «Tiene año y medio y desde que nació me siento responsable. Estoy vinculada a él como nunca lo he estado a nadie, es una experiencia indescriptible».
Al enterarse de su embarazo comenzó a sentir la unión. Aunque ni ella ni su chico esperaban el bebé y en el momento, Garmía se asustó, ahora está «sorprendida»: «Antes estas cosas me sonaban a cursilería. Cuando te pasa te das cuenta de que eres como las demás. He empezado a pensar en serio en cómo estamos dejando el mundo. Me gustaría que fuera un lugar limpio, con más paz y menos sufrimiento».
Trabaja como profesora de francés en una academia para empresas. Ella, de origen argelino, y su pareja son franceses y llevan cuatro años en Madrid. Están «muy a gusto» y no tienen ganas de volver a Francia. «Aquí hay mucha luz, el sol, los cielos y la gente cuentan mucho». Selián, que en bereber quiere decir «único», aprende castellano en la guardería y francés en casa. «No me sale hablarle en español, pero su dos primeras palabras fueron hola y papá».
Madrid me gusta por...
El sol, nunca es demasiado.
Y no me gusta porque...
En un primer contacto la gente puede ser borde.
Admiro a...
Mohamed Yunus, fundador del Banco para los Pobres y Nobel de Economía.
No me gustan...
Los gemelos Kaczynski, que dirigen Polonia. No se merecen ese país.
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