El desarrollo económico de los años sesenta y setenta estimuló el carácter emprendedor de muchos vascos, que decidieron crear su propia empresa.
Además, en la crisis de los ochenta, muchos trabajadores despedidos de las grandes empresas que padecieron la reconversión industrial, tras verse en la calle, no dudaron en montar un negocio propio, sin esperar a ser contratados por cuenta ajena.
Entre unos y otros constituyeron una formidable red de empresas familiares: hoy son unas 115.000, pero sus gestores se hacen mayores. La mitad de estas empresas vera cómo en los próximos diez años sus directores se jubilan, y no está claro el relevo generacional.
Previsiblemente, muchos herederos naturales (hijos, hijas, hermanos, sobrinos...) de esos empresarios no tienen intención de seguir con el próspero negocio de sus progenitores.
Las cámaras de comercio vascas advierten dificultades en la sucesión; también, observan peligro de falta de continuidad en la empresa por conflictos en la salida de socios que van cumpliendo la edad de jubilación, por conflictos en la valoración de las participaciones de estos socios en la empresa o por la propia dificultad que genera la entrada en la gestión empresarial de jóvenes familiares, cuando éstos aceptan la invitación.
Ayer, las cámaras de comercio analizaron en un curso en la UPV todos estos aspectos derivados de aquel boom empresarial.
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