La antesala del Juicio Final

Zapatero entra en campaña con un directo al hígado de los pensionistas. Los Brutos del PP aguardan el sepelio de Julio César apretando los cuchillos bajo la toga.

L a interminable campaña electoral que se inició en 2004 vuelve a reproducirse como las cabezas de una hidra fecunda que no se toma vacaciones. ¡Bienvenidos de nuevo al infierno! Este país debe de ir como un tiro porque lo aguanta todo, incluido la procelosa actividad de nuestra clase política, bronceada al sol que más calienta y dispuesta a convertir los seis meses que restan para las elecciones en la antesala del Juicio Final. Afortunadamente, la mayoría escucha Radio Olé. Eso les salva.

La cosa está como sigue: En el PSOE, Zapatero ha inaugurado las promesas con algunos directos al hígado de los pensionistas, que son gente que se rinde al primer aguinaldo. El presidente cortó por lo sano en Navarra, pero le ha crecido algún enano en el País Vasco, donde Rosa Díez, que se ha forrado el riñón como europarlamentaria socialista mientras le comía la oreja al PP, ha dicho que se va antes de que la pusieran en la puñetera street. En el nuevo partido de Fernando Savater, además de a Díez se espera también a Gotzone Mora, una señora que cobra de los ‘populares’ y que esperará para darse de baja en el PSOE a que los estrategas de Génova determinen el momento más oportuno.

UNA MANZANA PODRIDA

El renovado Gobierno afronta la recta final sin presiones añadidas. Hasta UPN reconoce que no se ha entregado Navarra a ETA y que la rendición era un cuento chino de Acebes, que es como Perrault, pero con una Caperucita Rubia que se llama Cayetana y que quiere ser diputada. Nos hallamos ante Zapatero I, el implacable, el apresador de terroristas más rápido al norte de Despeñaperros. Como España no se ha roto a la altura del Ebro, en el PSOE se confía en que Solbes les gane las elecciones.

El contratiempo ha surgido con las cifras del paro de agosto, las peores en 20 años, que han dado al PP el oxígeno suficiente para argumentar que a Zapatero se le acaba el ciclo y hasta la baraka. Ahora que los socialistas habían empezado a vender sus logros económicos se les pudre una manzana en el escaparate.

Para los ‘populares’ también pinta en bastos. Fraga, que está mayor pero conserva intacta la mala leche, se ha empeñado en mover la silla a aquel consejero al que años atrás confió la receta para triunfar en política siendo de derechas: «Cásese, Mariano». Lo que es la vida, el hombre que fue incapaz de ordenar su sucesión aconseja ahora a Rajoy que se aplique el cuento.

El martes Rajoy llegó al Congreso para decir que está mejor que nunca. Y como el liderazgo se mide a puerta gayola, el gallego se va este fin de semana a Ronda para enseñarle al presidente francés Sarkozy la diferencia entre un natural y una media verónica en la tradicional corrida goyesca, y hacerse con él la foto. De los miuras que tiene en casa debe de estar hasta el gorro.

Rajoy nunca ha sido un líder clásico. De hecho, jamás ha respondido al arquetipo que patentó su antecesor, un señor bajito y siempre cabreado, que convenció a todos de que era un estadista porque una vez puso los pies encima de la mesa en una reunión del G-8 mientras se ventilaba un habano. Quizás el PP tenga con Rajoy lo que se merece pero está claro que este hombre no se merece a algunos de sus compañeros de viaje. Es difícil mantener el rumbo nadando entre pirañas.

Lo de esta gente de la derecha es para nota. Su Julio César tiene muchos Brutos con el puñal apretado bajo la toga, pero no para atravesarle a él –al que ya consideran difunto– sino para darse matarile entre ellos. El último acto de este drama acumula tanta sangre que no será apto para todos los públicos.

El panorama en IU no está mucho más despejado. Hace algún tiempo, el hoy concejal madrileño Ángel Pérez se inventó un despiadado lema de campaña: Vota IU; es tu última oportunidad. Siguiendo esta máxima, el ex diputado Felipe Alcaraz ha recordado que Llamazares no da la talla, lo cual, a la vista de su altura, es una obviedad manifiesta. Se relanza  la idea de que el actual coordinador no sea el candidato en beneficio –o suplicio– de la actual alcaldesa de Córdoba, Rosa Aguilar. En su momento, Llamazares estaba dispuesto a tragar con el sapo a cambio de mantenerse al frente de IU, cuya anorexia hace temer por su vida.

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