Acostumbrarles desde pequeños a cortarlas puede ser una solución, pero en ocasiones produce el efecto contrario, ya que se empeñan en afilárselas con mucho más ahínco. Extirpárselas está contraindicado, sobre todo en adultos, ya que puede ser una experiencia traumática. Lo mejor es facilitarles distintos rascadores hasta dar con uno de su agrado y llevarle hasta él cada vez que se afile donde no debe. Si la ha tomado con algún mueble en concreto, pruebe a rociarlo con un repelente (los olores cítricos y la naftalina son muy desagradables para ellos). Normalmente, con los años ganará en tranquilidad e irá remitiendo esta costumbre.
Las uñas de los gatos
Hay mininos que apenas las usan, pero aquellos que salen arañones son un auténtico fastidio: llenan a sus amos de rasguños y se las afilan con el mobiliario.
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