En la paleta del pintor no deben mezclarse los colores, los tonos puros pueden aclararse con blanco o unirse a otros tonos inmediatos en la graduación, pero hay que respetar esa frontera. El neoimpresionismo surgía a finales del siglo XIX con nuevas ideas sobre el color y a la luminosidad y la armonía que se lograba con esta consigna también contribuían las pinceladas, siempre nítidas.
Las líneas son difusas y la mezcla de tonalidades debe hacerla el ojo del espectador. Junto a su gran amigo e influencia Georges Seurat (1859-1891), Paul Signac (1863-1935) fue cofundador del movimiento que siguió a la ensoñación impresionista. Su interés científico por la pintura pasó también por valerse de puntos en lugar de pinceladas, coqueteando con una estética parecida a la del mosaico, en que cada piedra debe ser mentalmente unida a la siguiente para entender el motivo.
Aficionado a los paisajes de luz mediterránea y en particular a captar los reflejos en ríos, canales y puertos, siempre mostró su interés por pintar el agua, aceptar el reto de ser fiel a los juegos de luces y las formas distorsionadas.
Comienzos impresionismas, puntillismo, japonismo...
Hasta el 22 de mayo, la Fondation de l'Hermitage en Lausana (Suiza) —que a pesar de llamarse igual, no tiene relación con el prestigioso museo ruso— presenta cerca de 140 obras del pintor en las que abunda el paisaje costero y fluvial. La exposición Signac. Une vie au fil de l'eau (Signac. Una vida sobre el agua), la componen óleos, acuarelas y dibujos dispuestos en orden cronológico.
La pinacoteca, una excepcional mansión de mediados del siglo XIX que perteneció a un banquero, exhibe una de las colecciones privadas más ambiciosas del neoimpresionista y se esmera en no revelar el nombre del propietario. Zanjando el asunto con opacidad, se refiere a "una familia con una pasión por el arte de Signac", como si restara importancia a la condición extraordinaria del hobby.
Piezas de los comienzos impresionistas, de los heroicos primeros pasos del neoimpresionismo, de su atracción por Saint Tropez, deslumbrantes paisajes de Venecia, Rotterdam y Constantinopla; acuarelas tardías de los puertos de Francia... Las obras, diversas y creadas en diferentes técnicas, dan una panorámica completa de la evolución del artista. El puntillismo impecable, el japonismo de las acuarelas y el talento que trasluce en las pinturas al aire libre son la mejor síntesis de los logros de Signac.
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