Moisés Saman condensa en 'Discordia' el lenguaje corporal en las zonas en conflicto

  • El fotoperiodista reinterpreta las muchas imágenes que ha tomado para Magnum entre 2011 y 2015 en los conflictos de Oriente Medio y las primaveras árabes.
  • El libro intenta reconstruir la idea 'borrosa y única' que queda en la memoria de un reportero asignado a zonas de alta violencia y tragedias cotidianas.
  • Saman juega con la 'repetición de los gestos' y la 'teatralidad' que unifican todas las contiendas e incluye 'collages' y montajes descontextualizados.
Un partidario de Gadafi sostiene un retrato del dictador tras un acto para periodistas extranjeros después de la victoria parcial de las fuerzas gubernamentales en Zawiyah, una de las ciudades
Un partidario de Gadafi sostiene un retrato del dictador tras un acto para periodistas extranjeros después de la victoria parcial de las fuerzas gubernamentales en Zawiyah, una de las ciudades
© Moises Saman/Magnum Photos
Un partidario de Gadafi sostiene un retrato del dictador tras un acto para periodistas extranjeros después de la victoria parcial de las fuerzas gubernamentales en Zawiyah, una de las ciudades

Los reporteros destinados a zonas donde la violencia no concede respiro adquieren, quizá como mecanismo de autodefensa para no enloquecer, una suerte de inmunidad ante la tragedia: aprietan el disparador de la cámara sin detenerse a considerar nada más que ese movimiento mecánico. En pago por esa exoneración de los sentimientos van construyendo una sola imagen en la que cada guerra es la misma guerra, dice el fotoperiodista Moisés Saman (nacido en Perú en 1974 pero de nacionalidad hispano-estadounidense y con base de operaciones en España).

Destinado entre 2011 y 2015 a muchas de las zonas de graves conflictos, sobre todo en Oriente Medio y África, que descoyuntan el mundo y la vida de millones de seres humano, Saman autoedita ahora un libro con categoría de exorcismo, Discordia. En el tomo, que no tiene la calidad explícita de los grandes reportajes del autor para la agencia Magnum, a la que pertenece desde 2010, intenta condensar o recomponer la idea que, según confiesa, se ha convertido en "borrosa y única" de todas las tragedias de las que ha sido testigo.

'Se superponen en mi memoria'

"Tomé estas fotos mientras trabajaba como fotoperiodista en muchos países para publicaciones como The New York Times, The New Yorker y TIME. En todos estos años, las muchas revoluciones [de las primaveras árabes] se superponen en mi memoria y se convierten en una sola historia borrosa y única", explica Saman.

Para lograr arrancar de la mente esa única narración babélica e integrada por miles de imágenes asociadas e indivisibles, sintió la "necesidad de trascender el lenguaje lineal del periodismo y crear una nueva narrativa que combinase la multitud de voces, emociones e incertidumbres todavía duraderas" que el reportero lleva dentro.

Gadafi en un marco dorado

En el libro [se puede comprar por 55 euros directamente al autor] aparecen estampas sin leyendas ni datos que bucean en la inesperada atmósfera de locura que brota de la violencia, la guerra o los enfrentamientos: un partidario de Gadafi sostiene un retrato oficial con marco dorado del dictador de tal manera que parece enmascararse tras él; un columpio improvisado con una silla de plástico permanece inmóvil en el interior de una mezquita destruida en Alepo (Siria); una mujer usa una valla como escalera de urgencia mientras lleva sobre la cabeza en precario equilibrio docenas de piezas de pan...

Para reforzar la pavorosa teatralidad de los conflictos, Discordia incluye una serie de collages de fotos de Saman ultimados por la artista holandesa-iraní Daria Birang, que con sus recortes granulados de figuras humanas explora la repetición de los gestos y las coreografías de los lenguajes corporales que el reportero veía una vez tras otra durante el ejercicio de su trabajo.

Antes y después del evento principal

"Un libro necesita ritmo y sentí que Discordia debía incorporar las imágenes más silenciosas para ofrecer contexto, las que a menudo se pasan por alto durante el proceso editorial porque capturan momentos que ocurren antes o después del evento principal", añade el reportero al justificar por qué opta por fotos que quizá no digan nada o digan muy poco si se analizan como información pura, pero que explican lo qué sucede en el proceso continuo del conflicto, una ceremonia que no tiene interrupciones.

Las fotos, a menudo ambiguas, corresponden a momentos fugaces captados desde una visión periférica y no frontal. El libro pretende presentar tanto las protestas y manifestaciones como los objetos y la continuación de la vida del día a día en medio de la violencia y la incertidumbre. El resultado es un "comentario personal" sobre los conflictos, que Saman añade en pequeñas descripciones con forma de viñetas narrativas en las páginas finales del volumen.

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