Eduardo Chillida tuvo un sueño en Fuerteventura. Soñó con un verso de Jorge Guillén ("Lo profundo es el aire") e ideó vaciar una gigantesca pirámide mágica en medio del desierto, símbolo espiritual de los majoreros desde hace 3.000 años, para excavar en su corazón una caverna cúbica de 50 metros de lado con dos chimeneas abiertas al Sol y a la Luna. El proyecto es magnífico, su obra más espectacular y bella, pero se equivocó de montaña.

Han pasado 15 años desde que el Gobierno de Canarias anunciara la construcción de la escultura como única manera de lograr más turistas y proteger al tiempo la estepa desértica mejor conservada de Europa. La isla recibe ahora 1,5 millones de visitantes anuales y los llanos de barlovento van camino de convertirse en Parque Nacional, mientras el proyecto sigue su cansino camino adelante.

Llevan gastados cerca de 30 millones de euros y sólo tenemos una maqueta y una investigación judicial intentando descubrir a qué bolsillos privados se fueron todos esos dineros del contribuyente. Ahora se han gastado 1,3 millones más en un primer informe básico de viabilidad cuyo resumen acaba de llegar a mis manos. Son 76 páginas elaboradas por el estudio técnico elegido a dedo por la familia Chillida.

La conclusión final es que el monumento es técnicamente posible. Pero para reconocer a continuación la existencia de muchas incertidumbres técnicas "que no podrán ser resueltas de manera satisfactoria hasta que se realice una galería piloto o incluso hasta la construcción de la escultura". Impresionante. Si no se cae es que se puede hacer, a golpe de explosivos y con trenzados ocultos de acero.

El presupuesto inicial sobrepasa los 50 millones de euros, pero no se preocupen, dicen los políticos que en 2011 podrá inaugurarse. Yo tengo mis dudas.

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