Los socorristas alertan del riesgo de picaduras por megafonía, y estos menores las recogen y ofrecen en bolsas llenas de agua de mar, para que no mueran al momento.
Gloria Fidalgo, vecina próxima a la Rambla, compró cuatro y comentaba que le hacían mucha ilusión. «Son muy bonitas y las colocaré en casa en una pecera; como vengo todos los dias a la playa, cogeré agua y se la iré cambiando», explicaba Gloria nada más comprarlas.
«El problema es que no sé qué darles de comer; si se mueren, mala suerte, pero, al menos durante un tiempo me alegran la vida», decía.
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