Encarna a personas mostrando en una sola foto todos los objetos que cada una toca en un día

  • La italoargentina Paula Zucotti viajó a diez ciudades de seis continentes para culminar el experimento de arqueología fotográfica 'Cada cosa que tocamos'.
  • En un gran bodegón dispone con meticuloso orden todos los objetos que han tocado los protagonistas en un día, resumiendo a las personas a través de sus cosas.
  • En este 'inventario vital de 24 horas' aparecen claramente definidos una niña japonesa de 2 años, un músico madrileño de 43, un ranchero de Tucson de 23...

La fotógrafa, diseñadora industrial, buscadora de tendencias y, sobre todo, persona curiosa, Paula Zucotti, sostiene que una persona puede tocar cada día 148 objetos distintos. Parecen pocos pero dicen mucho y casi nunca escuchamos lo que pueden transmitir de nosotros mismos. Algunos actos relacionados con el tacto son tan reflejos, tan poco reflexivos, que casi nadie sería capaz de decir a vuelapluma cuál fue la primera cosa que tocó esta mañana o la última en la que posó las manos anoche antes de dormir.

En un experimento que califica como "arqueología del futuro", Zucotti, nacida en Buenos Aires, de familia italiana y residente en Londres, se ha empeñado en demostrar que los objetos por los que paseamos las yemas de los dedos, a los que agarramos con fuerza, manipulamos con libertad o simplemente acariciamos pueden elaborar un retrato robot tan preciso como el profile que saldría de la experimentada excelencia del mejor criminalista.

¿Puede un objeto contar nuestra historia?

El proyecto Everything We Touch (Cada cosa que tocamos) tiene derecho al lema que lo acompaña: "un inventario vital de 24 horas". La fotógrafa, que ha viajado a diez ciudades de los seis continentes para intentar desvelar dos incógnitas —¿cómo revelan los objetos favoritos nuestras esperanzas y miedos? y ¿puede un objeto contar la historia de nuestra vida?— que se resumen en una que formula ella misma en la declaración de intenciones de la iniciativa: "¿se puede entender la vida de alguien tan sólo mirando los objetos que toca durante un día?".

En julio de 2015, cuando  inició el movimiento, avisando de sus visitas a ciudades a través de un dinámico Tumblr, ha logrado reunir un amplio muestrario de objetos que pertenecen a un no menos copioso rango de personas, diversas en edades, lugares de residencia, extracción social, oficios y trabajos, aficiones, sensibilidades y deseos...

Dada la notoriedad del proyecto, que rodó a alta velocidad en las redes sociales bajo la etiqueta #everythingwetouch —e incluso ha sido likeado por Frank Underwood, el presidente sociópata interpretado por Kevin Spacey en House of Cards—, la editorial Penguin acaba de editar el resultado en libro: Everyting We Touch [256 páginas y un PVP de 13,6 libras esterlinas en Amazon].

Las cosas con las que nos expresamos

"Desde los productos que encontramos en nuestras casas hasta las herramientas que utilizamos para trabajar, vivimos rodeados de los objetos necesarios en el mundo actual. Pero nuestras necesidades son vastas y diversas: desde aquello que precisamos para sobrevivir y manejarnos hasta las cosas con las que mantenemos un apego emocional y mediante las cuales nos expresamos", dice Zucotti en un vídeo en el que explica las intenciones que la movieron a componer estos retratos sin retratado pero con sus objetos para corporizarlos y, de algún modo, suplantarlos.

"¿Te imaginas cómo sería un día en tu vida si llevaras un registro de todo lo que tocas durante 24 horas? Y si trasladaras todas tus cosas a un estudio para que yo les sacara una foto a todas juntas, ¿qué diría de vos, y de tu día, esa imagen? ¿Qué se podría deducir, y qué no, sobre vos?",  añade.

El resultado es, cuando menos, sorprendente. Las fotos que Zucotti compone en estudio sobre un gran papel fotográfico de 4 por 2,7 metros impresionan por la apariencia fría de cada composición —solamente objetos, colocados en composiciones atractivas pero no por ello menos carentes de vida— y la radiografía caliente con que dibujan a cada persona pese a que no está presente en la imagen.

Las  proyecciones que ha conseguido la fotógrafa son de de un rigor casi clínico y muy preciso: no es difícil adivinar a Anna, la niña de Tokio de dos años, en el surtido de abrasiva policromía de sus juguetes, ropa y mochilas con los inevitables animales humanizados que Japón ha regalado a la cultura contemporánea.

Un vaquero de Tucson

En el montaje de cosas que ha tocado David, de 23 años, un ganadero de Tucson, dominan los útiles del trabajo —la silla de montar, protectores chaps para usar sobre los pantalones, una pequeña sartén de campaña, una docena de huevos...—.

Josh (29, de Londres) muestra a las claras su pasión por las motos, con muchas herramientas, accesorios y vestuario. Oscar (37, de Melbourne-Australia) tampoco puede evadirse de su profesión: la fotografía y lo audiovisual (cámaras, trípode, alimentos energéticos). De Pedro (43, de Madrid) sabemos que toca el violín y el piano y que preparó para comer un pollo con arroz.

Obviar coches, artículos sanitarios...

La fotógrafa ha tenido el buen sentido de obviar los objetos que tocamos por necesidad u obligación —coches, medios de transporte, elementos sanitarios o de cuartos de baño...— para centrarse en las menudencias que dibujan el retrato intransferible de cada uno. "Como diseñadora, autora y artista sentí el impulso de documentar nuestra interacción con los objetos cotidianos", explica Zucotti.

"Mucho de lo que sabemos sobre antiguas civilizaciones lo aprendimos gracias al estudio de sus objetos. Sus herramientas, utensilios, ropa, manuscritos y su arte nos permitieron aprender qué tipo de trabajo realizaban, qué cazaban, qué cultivaban y qué comían, cómo se vestían o se expresaban. ¿Será posible hacer lo mismo con nuestra generación?", concluye.

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