Cómo averiguar la hora de un asesinato a través de larvas

Investigadores de la UPV se adentran en la entomología forense. Acuden al lugar del crimen y analizan los insectos.
La profesora de la UPV Marta Saloña analiza un insecto en su despacho del campus de Leioa. (U. E.).
La profesora de la UPV Marta Saloña analiza un insecto en su despacho del campus de Leioa. (U. E.).
La profesora de la UPV Marta Saloña analiza un insecto en su despacho del campus de Leioa. (U. E.).
En un arrozal de China apareció un campesino muerto. Era el siglo xii y un juez obligó a todos los labradores a presentarse con sus azadas. Las moscas sólo se posaban sobre una herramienta. El juez dictó: «Usted es el asesino». Y acertó. Supo que las moscas iban al olor de la sangre del hombre asesinado.Así nació la entomología forense. Esta disciplina busca pruebas en los insectos que puedan ser usadas ante un tribunal para esclarecer un crimen. En EE UU ya llevan más de un siglo con ello. En Euskadi, la profesora de la UPV Marta Saloña, junto con un grupo de alumnos, da los primeros pasos en el subsuelo.

Uno ve CSI en la tele y dice: «Ya será menos». Pues no se crean. Saloña explica su labor: «Cuando hay un asesinato, el entomólogo va a la escena del crimen y extrae, por ejemplo, una larva. Entonces dice: ‘Si esta larva mide ocho milímetros y la temperatura ambiente es de quince grados, quiere decir que la larva llegó al fiambre hace 56 horas». Como las larvas aparecen tan pronto como se produce la muerte, el entomólogo determina con exactitud la hora de defunción. Esto facilita mucho las cosas. A partir de ahí, la Policía preguntará a los sospechosos dónde estaban cuando la víctima fue asesinada.

Marta Saloña trabaja ahora en el esclarecimiento de un homicidio, bajo secreto de sumario. Los beneficios criminalísticos de la entomología son para ella evidentes. Lamenta por tanto que jueces y policías desprecien a menudo su ayuda.

Bichos en el despacho

Al entrar en su despacho llega el olor rancio de los insectos. Porque su despacho es su laboratorio. Allí cría a los bichos que viven bajo nuestros pies. «Estamos creando tablas en las que medimos el crecimiento de cada insecto que hay en Euskadi según la temperatura ambiente y el tiempo transcurrido. Así, si encontramos un bicho en un cadáver, podemos determinar el tiempo que lleva muerto», explica. Claro que esta disciplina tiene más usos. Una empresa vasca importadora de cacao pidió auxilio a Saloña. Tenía la mercancía llena de polillas. Ella las analizó y concluyó: «Estos bichos entran al cacao en América».

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