Los peritos descartan que el autor del crimen del ferretero sea un enajenado pero reconocen que actuó mediatizado

Certifican que la víctima fue quemada viva y que sufrió un inmenso "dolor físico, psíquico y moral" durante su lenta agonía
El acusado, a la derecha, y los forenses de espaldas durante su declaración.
El acusado, a la derecha, y los forenses de espaldas durante su declaración.
EUROPA PRESS
El acusado, a la derecha, y los forenses de espaldas durante su declaración.

La principal incógnita respecto de si Jesús Guillermo M.M. era plenamente consciente de sus actos cuando la mañana del 30 de junio de 2014 acabó en Valladolid con la vida de su expareja, a la que acuchilló una docena de veces y luego quemó viva en una bañera, ha quedado hoy despejada con el testimonio de los médicos-forenses que trataron al procesado y que descartan que sea un psicópata, aunque sí reconocen que sufría un trastorno adaptativo mixto que aminoró ligeramente su voluntad.

La referida prueba pericial ha centrado la mayor parte de la tercera sesión del juicio con jurado en la Audiencia Provincial, donde las partes han interrogado a la saciedad a ambos peritos sobre el estado en el que la mañana de autos se hallaba el acusado, una persona "normal, triste y ansiosa" que, según el diagnóstico ofrecido, actuó "con plena consciencia de lo que hacía, en contacto con la realidad y sin que padeciera trastorno psicótico alguno".

En su opinión, Jesús Guillermo M.M, de 54 años, tan sólo presenta un trastorno adaptativo mixto caracterizado por la ansiedad y la depresión, lo que—según coinciden—no afectó a sus facultades intelectivas y sí, aunque ligeramente, a sus facultades volitivas", en el sentido de que ante una reacción antisocial o un impulso de cólera no fue capaz de controlar su voluntad.

Los médico-forenses han situado el origen del estado cada vez más introvertido y antisocial del imputado en el hecho de que no fuera capaz de asumir en 2008 la enfermedad de transmisión sexual que le fue detectada, a lo que se unió un posterior accidente laboral que le produjo aplastamiento de la columna y la consiguiente imposibilidad de seguir trabajando.

Hacer daño "al que fuera"

"Todo ello le provocó una pérdida de autoestima y un sentimiento de inferioridad de tipo económico y físico", advierten los expertos, precisamente los únicos a los que el procesado relató cómo habían ocurrido los hechos y a quienes confesó que "quería hacer daño a alguien, al que fuera", algo que llevó finalmente a efecto en la persona de su expareja como consecuencia de la situación ansioso depresiva que padecía y potenciada por los sueños de secuestros que tuvo la noche anterior.

Aunque los peritos habían determinado en su informe previo que Jesús Guillermo es semi-imputable desde el punto de vista penal, en el acto del juicio han reconocido que se extralimitaron al realizar tal afirmación pues, como así han apostillado, se trata de un concepto jurídico que no les compete.

Respecto de las causas de la muerte del exferretero Daniel G.R, de 64 años, los forenses han sido categóricos al afirmar que las trece lesiones de arma blanca que presentaba el cadáver, seis de ellas a la altura del abdomen, fueron superficiales y que el sexagenario falleció en realidad como consecuencia de un shock traumático producto de las quemaduras térmicas y la inhalación de gases tóxicos cuando, tras el primer ataque, fue arrojado a la bañera y allí incinerado vivo, en una lenta agonía, bajo distintos materiales y tras ser rociado con disolvente.

"!

Me vas a matar,

Qué estás haciendo!"

En este sentido, sostienen que tuvo una muerte "física, psíquica y moralmente" muy dolorosa. "El acusado nos relató que la víctima gritaba: ¡Me vas a matar, me vas a matar, qué estas haciendo!", han desvelado los peritos judiciales, quienes recordaron que al inspeccionar el cadáver comprobaron que estaba semicarbonizado y que parte del bidón de disolvente utilizado por el acusado se había adherido al brazo izquierdo mientras que su mano derecha aún permanecía aferrada a la alcachofa de la ducha.

La sesión del juicio ha contado, entre otras comparecencias, con la de los cuatro facultativos que los días 28 y 29 de junio de 2014—el crimen se produjo el día 30—asistieron a Jesús Guillermo en el servicio de Urgencias del Hospital Clínico Universitario, al que acudió para referir que tenía miedo de hacer daño a alguien y para pedir ayuda.

Los cuatro profesionales han coincidido al asegurar que el procesado presentaba una crisis de ansiedad y un trastorno adaptativo, estado en el que se limitaron a pautarle y ajustarle la medicación y a derivarle a su médico, sin que entendieran que fuera necesario su ingreso. "Casi nunca en este tipo de casos se acuerda el ingreso del paciente", ha advertido uno de los médico.

El juicio entra mañana en su cuarta sesión, centrada también en la prueba pericial. Provisionalmente, las acusaciones pública y particular solicitan para el procesado penas de 19 y 37,5 años de prisión por delito de asesinato—la segunda de ambas incluye incendio—, mientras que la defensa solicita una sentencia absolutoria y, subsidiariamente, una condena de diez años de internamiento en un centro psiquiátrico penitenciario como autor de un homicidio atenuado por la anomalía psíquica que padece su patrocinado.

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