Ramón Barenas Alonso ha obtenido el grado de doctor por la Universidad de La Rioja tras la defensa de su tesis 'Articulación eclesiástica del Valle medio del Ebro y su área de influencia (SS. III-VIII)', por la que ha logrado la calificación de sobresaliente 'cum laude'.

Desarrollada en el Departamento de Ciencias Humanas de la UR, esta tesis ha sido dirigida por Urbano Espinosa Ruiz y tiene por objeto el estudio de la implantación y la difusión del cristianismo en el valle medio-alto del Ebro entre los siglos III-VIII d. C.

En la tesis se establecen paralelismos con otros ámbitos peninsulares y foráneos, comparando los espacios urbano y rural, y focalizando nuestra atención en las relaciones de los líderes religiosos con los territorios sobre los que gobernaban en lo eclesiástico.

El objetivo era elaborar un mapa en el que se refleje cómo quedaba articulado eclesiásticamente el territorio del Ebro medio y su área de influencia por parte de los obispados antes citados así como otros agentes de dominio territorial (aristocracias rurales y ascetas) entre los siglos III y VIII d. C.

La investigación doctoral de Ramón Bareas comienza con una aproximación histórica al periodo y al espacio objeto de estudio, haciendo uso de todas las fuentes primarias -escritas (textos históricos, jurídicos, literarios y religiosos), materiales (arqueología, epigrafía y numismática) y hagionímicas (culto a santos)- y secundarias (historiografía moderna) presentes en el territorio del Ebro.

El objetivo es acercarse al escenario político, económico, social e ideológico en el que se consolidó y desarrolló la fe cristiana frente a todo culto anterior.

En la primera parte de la tesis se analiza la impronta física que el avance del cristianismo dejó, respectivamente, en los paisajes urbano y rural del valle medio del Ebro. El cristianismo fue un fenómeno inicialmente urbano, propagado con cierta prontitud (ss. IV-V) entre las grandes ciudades del Ebro medio (Calagurri, Turiaso y Pompelo), pero no exclusivo de estos espacios.

Entre los siglos V y VI se encuentran en el ámbito rural iglesias asociadas al mundo funerario o martirial (Santa Coloma, La Rioja); enclaves vilicarios (Parpalinas y Santa María de Rute, La Rioja) o San Felices de Oca (Burgos); núcleos castreños impulsados por elites locales: Santa María de Mijangos y Santa María de los Reyes Godos (Burgos), Buradón (La Rioja) o Tudején-Sanchoarbaca (Navarra). En esa época también aparecen los primeros eremitorios rupestres en las cuencas de los principales afluentes del Ebro (Tirón, Iregua, Najerilla, Leza-Jubera, Cidacos y Queiles), la ribera navarra de este río, el sureste cántabro o la zona del condado de Treviño, entre otras, fruto del auge del fenómeno ascético.

No obstante, fue sobre todo a partir de la segunda mitad del siglo VI cuando este proceso alcanzó aquí su cénit con la fundación de la mayoría de las iglesias rurales fechadas en época tardoantigua y la formación de los primeros cenobios de la zona: San Millán de la Cogolla, San Prudencio de Monte Laturce en Clavijo, San Miguel en Arnedo o el conjunto tricenobítico de Albelda.

En la segunda parte se estudia la relación política, económica y social de los líderes eclesiásticos (obispos, aristocracias rurales y ascetas) con el espacio sobre el que construyen sus edificios de culto.

La cristianización de las ciudades convirtió a ciertas urbes (Calahorra, Pamplona, Tarazona y Oca) en ejes del control territorial diocesano en la provincia, bajo la supervisión de otros obispos como el de Zaragoza, el metropolitano de Tarragona o el primado de Toledo, todos ellos a su vez bajo el auspicio del pontífice de Roma.

En el mundo rural, por su parte, élites locales y ascetas promovieron consciente o inconscientemente la creación de iglesias, monasterios y eremitorios que en algunos aspectos se escapaban al dominio episcopal, si bien dependían en última instancia de él.