El comienzo de una nueva vida en Bilbao de tres refugiados eritreos

Los primeros refugiados acogidos por España bajan del avión que les trae desde Italia.
Los primeros refugiados acogidos por España bajan del avión que les trae desde Italia.
EFE
Los primeros refugiados acogidos por España bajan del avión que les trae desde Italia.

Aturdidos y agotados. Así aterrizaron en Madrid el 8 de noviembre por la noche los primeros doce refugiados a los que España dará asilo. "Los vi fundamentalmente muy cansados. Llevaban bastantes horas de viaje desde Sicilia", cuenta la coordinadora estatal del Área de Acogida de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR). Mónica López fue una de las personas que los recibió en el aeropuerto: "También estaban desorientados y hasta que se asienten seguirán así".

CEAR, Cruz Roja y Accem se reparten la gestión de la mayoría de los centros de acogida para estas personas que hay en el país. Entre las tres organizaciones suman 1.500 plazas. Las 500 restantes son responsabilidad del Ministerio de Empleo y Seguridad Social. De esas 2.000 ubicaciones, medio millar suponen una ampliación llevada a cabo en los últimos dos meses.

El departamento de Fátima Báñez fue precisamente el encargado de hacer la distribución de los recién llegados a lo largo de la geografía española. "Entiendo que lo ha hecho en función de las plazas libres que tiene el sistema", explica López. CEAR cuenta con sitio en Madrid, Barcelona, Valencia y País Vasco y en su caso, se ha elegido esta última comunidad.

La comisión se ha hecho cargo de tres eritreos, de 20 a 35 años y entre los que no hay parentesco. "Cuando llegaron a Barajas salieron directamente hacia Bilbao. Les estábamos esperando con un minibús. Decidimos que partieran inmediatamente porque, aunque el viaje es largo, era preferible hacerlo del tirón. Cuanto antes llegasen a su destino, mejor", relata la responsable de CEAR.

El lunes de madrugada enfilaron así el último tramo que les separaba de una nueva vida. Los tres habían llegado al sur de Italia en una embarcación a finales de octubre, después de recorrer 3.500 kilómetros desde que salieron de Eritrea.

Primeros pasos

Más allá del cansancio que supone llevar tantos kilómetros a las espaldas, estos tres hombres se encuentran en buen estado de salud. No obstante, después de descansar y recuperar fuerzas, gestionar su empadronamiento para poder recibir la tarjeta sanitaria ha sido uno de los primeros trámites que han realizado en la capital vizcaína. Un trabajador social ha procedido también a hacerles una entrevista en profundidad para conocer su historia, determinar su perfil y valorar si necesitan la asistencia de un psicólogo. Paralelamente han tenido una cita con un abogado para formalizar la solicitud de asilo.

Actualmente solo saben árabe y la lengua tigriña así que aprender español será otra de sus tareas prioritarias. Las clases ya han empezado. "El primer hándicap que tienen es el aprendizaje del idioma", apunta la coordinadora estatal del Área de Acogida de CEAR. El tema se complica al proceder de países en los que el castellano les pilla muy lejos "pero se les ve con ganas".

Un piso compartido

Estos tres refugiados pasarán los próximos meses en un piso que compartirán con otras personas en situación parecida. "Intentamos que sean lo más afines posible pero no necesariamente tienen que tener la misma nacionalidad. Puede ser por religión, edad, intereses… depende. En el caso de los grupos familiares por ejemplo intentamos que estén con otros grupos familiares para que haya menores juntos", comenta López.

Serán ellos mismos quienes, bajo supervisión, deberán ocuparse de la limpieza de la vivienda, de lavar la ropa, de cocinar… Y hasta que se defiendan con el castellano irán a hacer la compra acompañados por un miembro de CEAR.

La organización dispone de cinco personas que trabajan en los cuatro pisos con los que cuenta en Bilbao. No viven con los acogidos pero pasan mucho tiempo con ellos. Serán sus profesionales de referencia durante el tiempo que estén en esas viviendas. A este personal se suman los trabajadores de servicios como la atención social, la atención jurídica o la atención psicológica.

Ganar en autonomía

El objetivo es que ese acompañamiento vaya siendo cada vez menos necesario. "La idea de nuestro trabajo es intentar que poco a poco se vayan sintiendo más autónomos", afirma Mónica López. Más autonomía y más integración.

"Una vez que salgan de los pisos y pasen a una segunda fase [algo que ocurre en un plazo de entre seis y nueve meses], serán los trabajadores de la red social quienes se encargarán de su seguimiento", agrega. En esa etapa posterior tendrán que hacer frente a otro tipo de dificultades relacionadas con el acceso a una vivienda o con lograr un trabajo: "Son obstáculos que se van a ir encontrando en el camino y que tendrán que ir solucionando poco a poco. Cada etapa va a tener una dificultad".

El sistema español de intervención con los refugiados dura un máximo de dos años. Llegado ese momento deberán "tener las habilidades suficientes para valerse por sí mismos". Todos los pasos que se vayan dando con ellos irán destinados a que lo logren.

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