Jean-Étienne Liotard, el pintor rococó suizo que parecía turco

  • Cosmopolita vocacional, vivió entre Oriente Medio y las principales capitales europeas, donde trabajó para varias cortes.
  • Jean-Étienne Liotard (1702-1789), uno de los pintores más afamados de la Ilustración, destacó por el dominio del pastel y el realismo fotográfico de sus retratos.
  • Una muestra en Londres repasa la obra del autor, apodado 'El turco' por ir vestido a la moda de Constantinopla, donde pasó cuatro años.
'Mujer en un sofá leyendo' (1748-52), óleo de Liotard
'Mujer en un sofá leyendo' (1748-52), óleo de Liotard
Jean-Étienne Liotard - Galleria degli Uffizi, Florence
'Mujer en un sofá leyendo' (1748-52), óleo de Liotard

Ataviado con un caftán turco y un gorro moravo de piel, dueño de una larga barba, a Jean-Étienne Liotard (1702-1789) lo apodaban en Londres El turco. El pintor suizo era un cosmopolita vocacional que manejaba la técnica del pastel como pocos lo habían hecho y logró un realismo fotográfico cuando aún quedaba más de medio siglo para asistir al nacimiento de la fotografía.

Nacido en Ginebra, vivió entre las culturas de Oriente Medio y las principales capitales europeas, donde trabajó para varias cortes. Para él posaron iconos de la elegancia como María Antonieta o el caprichoso y bello aristócrata escocés Carlos Eduardo Estuardo. En vida, Liotard  disfrutó de la fama que le otorgó ser uno de los retratistas más brillantes del momento, capturando no sólo la expresión de los modelos, sino la moda de la época, que combinaba el lujo rococó y el atractivo oriental de turbantes, sedas y babuchas.

Con más de 70 trabajos procedentes de colecciones públicas y privadas de varios países europeos, la Royal Academy of Arts de Londres inaugura el 24 de octubre Jean-Étienne Liotard, un acercamiento al sobresaliente retratista de la Ilustración. La exposición, en cartel en la capital británica hasta el 31 de enero, incluye obras en pastel, óleos, dibujos y miniaturas, algunos rara vez expuestos al público.

'Autorretrato riendo'

El recorrido de la muestra se divide en seis secciones que clasifican los autorretratos y las obras familiares, los posados de la alta sociedad británica y europea, los posados reales, las piezas de estética orientalista y trabajos de otros géneros pictóricos como naturalezas muertas, pinturas de género y trampantojos.

Autorretrato riendo (c. 1770) es un ejemplo de su gusto por promocionar una determinada imagen de sí mismo. Se pintó en muchas ocasiones con ropa oriental para propagar su excentricidad a la hora de vestir, dejar claro un estilo único influido por su estancia de cuatro años en Constantinopla.

Fue un lord inglés quien invitó al artista a acompañarlo a la ciudad turca en 1738 y allí documentó costumbres y trajes locales, desarrolló su aficción por el orientalismo y recibió encargos para retratar a europeos, turistas adinerados que vestían —por recomendación de guías y exploradores— como la población local.

Una déspota ilustrada

A la vuelta pasó un tiempo en Viena, donde le presentaron a María Teresa I de Austria cuando todavía no era emperatriz del Imperio Austrohúngaro. La déspota ilustrada (madre de 16 hijos, entre ellos María Antonieta) le encargó obras durante tres décadas, algunas fueron miniaturas de los niños, manejables para que la madre pudiera llevarlas consigo.

Patrocinado por los mejores mecenas posibles, inmortalizó a la Familia Real Francesa en París entre 1749 y 1751 y a la Familia Real Británica en 1753. Entre una cantidad exagerada de nobles y notables, la muestra abre también una rendija a lo menos conocido de la obra de Liotard con piezas como Naturaleza muerta: juego de té —una demostración más de la capacidad del artista para reproducir texturas— y un trampantojo con un retrato parcial de María Teresa I de Austria, descubierto en 2014 y nunca exhibido hasta la fecha.

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