El ‘botellón’ asalta los parques

Cientos de jóvenes, muchos de ellos menores, celebran cada sábado la llegada del fin de semana con una reunión que gira en torno a la ginebra, el calimocho o el martini.
Dos grupos beben en el Parque Grande.
Dos grupos beben en el Parque Grande.
F. S.
Dos grupos beben en el Parque Grande.
«El botellón es pasarlo bien, bromear, reírse... no sólo beber», asegura Antonio, de 16 años, mientras sus amigos recogen del césped las botellas y los vasos vacíos. «Aunque el ‘punto’ siempre lo pillas», apostilla uno de ellos entre carcajadas.

Pasan las siete y media de la tarde y el parque del Tío Jorge (uno de los 14 enclaves del botellón, según recoge un informe oficial que publicó 20 minutos la semana pasada) se convierte en el reducto ideal para que los menores se oculten de la familia y la Policía. «Nos vamos lo más lejos que podemos para que no nos pillen y pedimos a algún amigo mayor de edad que nos compre el alcohol», explica Antonio. A su alrededor comienza a congregarse el grupo de amigos, que entre chicas y chicos ronda la decena.

Sonrisas perennes y ojos achispados son testigos de la juerga corrida esa tarde. «Si llegas a vernos hace una hora no hubiéramos podido casi ni hablar», apunta uno de los chicos.

Ginebra y calimocho

Fuera del parque, en uno de los jardines cercanos al puente de Santiago, otro grupo de amigos da cuenta de varios litros de calimocho. Están serenos, hablan tranquilamente y no se meten con nadie. «Es una forma barata y agradable de pasar la tarde, ¿no?», comentan en voz baja. Tienen entre 17 y 18 años, visten de negro (camisetas de grupos de música heavy) y pasan de las discotecas. «No es nuestro lugar», aseguran.

Cuando el calor y la luz de la tarde decaen, muchos grupos de jóvenes se disponen a cambiar el botellón por los bares del Royo. «Primero venimos al parque y luego salimos a bailar», explica Isabel. Forma parte de un grupo de veinte amigos, de 16 a 18 años, que celebra un cumpleaños en el Parque Grande.

Su bebida favorita, la ginebra. Más tarde, cuando la noche haya caído, y si queda dinero en el bolsillo, probarán con los chupitos. «El botellón nos sale a unos tres euros por cabeza, mucho más barato que una discoteca», afirma Isabel. «Y es más sano... aquí no tenemos pastillas ni nada de eso», añade uno de sus amigos, con la voz arrastrada por el alcohol. Poco después, la noche cae y los grupos se dispersan, algunos dejando tras de sí botellas vacías, plásticos y vasos rotos, que tantas molestias crean a los vecinos.

El tío jorge se viste de ecuador

Voleibol, fritada y música... con la firma y el acento propios de Ecuador. Decenas de familias ecuatorianas afincadas en Zaragoza se reúnen cada fin de semana en el parque del Tío Jorge, a imagen de una de las tradiciones más arraigadas y típicas de su país. «En Zaragoza no hay complejos deportivos para reunirnos. Por eso recurrimos al parque», explican. El colectivo pide también más infraestructuras (urinarios, entre otras) para que la limpieza del parque no se resienta.

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