"El mundo es infinitamente más importante que mis opiniones". Cuando el fotógrafo Nicholas Nixon (Detroit-EE UU, 1947) insiste en su lema de comportamiento como artista —callar y dejar que las imágenes hablen por sí mismas— hay algo de falsa modestia en la afirmación. Desde hace algo más de cuatro décadas este documentalista del amor, la intimidad, el compromiso, el dolor y la vejez ha demostrado que la captura de esas emociones o etapas de la existencia pueden ser nada menos que una prueba de vida y triunfo.

La retrospectiva About Forty Years (Más o menos 40 años, pero también Acerca de 40 años) coloca a Nixon en el papel central que merece en la fotografía contemporánea: un francotirador solo interesado en la captura del tiempo, la ausencia y los remedios contra los efectos de ambos, que casi siempre sitúa en los pequeños círculos de la familia, la amistad, el prójimo cercano y la comunidad de los seres humanos.

La exposición, acompañada de un catálogo de 180 páginas que viene a ser el carné de identidad mediante el cual es fácil comprobar que no sólo estamos ante un gran fotógrafo, sino frente a una buena persona, está en cartel hasta el 24 de octubre en la Fraenkel Gallery de San Francisco, una de las más solidas de los EE UU en fotografía.

La serie más conocida de este narrador de la emoción es la de los retratos de conjunto de su mujer, Bebe, y las tres hermanas de ella, conocida como The Brown Sisters. La idea nació en 1975 de una manera casual: Nixon decidió plasmar a las entonces jóvenes chicas por su belleza, evidente similitud genética y porte de aire majestuoso pero con una pizca de rebeldía. El retrato de las hermanas se convirtió en una ceremonia anual que los cinco implicados han mantenido con rigor hasta 2014, con las otrora semiadolescentes convertidas en mujeres maduras.

Quizá la potencia de la serie, donde lo tangible del paso del tiempo y el mantenimiento del lazo dorado que une a las Brown convierten al proyecto en una de las más vibrantes y turbadoras historias jamás contadas fotográficamente, haya jugado en contra del resto de la producción de Nixon, un documentalista apasionado que nunca ha dejado de trabajar desde su primera clase de Fotografía en la Universidad de Michigan. Era una materia optativa, porque el alumno deseaba licenciarse en Literatura.

Acaso el cruce de ambas disciplinas —admira tanto los cuentos de desesperada soledad de William Faulkner y la enumeración detallada de la vida de Marcel Proust, como la fotografía de los márgenes sociales de la torturada Diane Arbus o la documentación social de Dorothea Lange, la llamada fotógrafa del pueblo— sirva para entender la manera minuciosa y delicada con que Nixon toma una cámara y hace una foto, dando tanta importancia al momento y el modelo como a lo que no está pero palpita —el pasado, el deseo, los triunfos, miedos y derrotas que todo ser humano lleva consigo—.

"Ya sea fotografiando un paisaje, una pareja haciendo el amor, los primerísimos primeros planos del cabello y la piel, o grupos familiares, el trabajo de Nixon capta momentos fugaces y gestos en un silencio prolongado. Sus fotografías parecen suspender el tiempo, mientras que evidencia una conciencia palpable de su paso", resumen desde la galería organizadora de About Forty Years para definir el estilo del fotógrafo, que también se dedica a la docencia y enseña fotografía.

Este incansable y silencioso arqueólogo del alma humana se ha interesado por los niños y jóvenes, los muy ancianos, los enfermos de sida, el paisaje emocional de las ciudades... "Pueden parecer hebras no relacionadas entre sí, pero, en retrospectiva, las fotografías de Nixon se entrelazan por la singularidad sensibilidad del artista y la sensación de intimidad, como si cada foto fuese una lúcida descripción realizada con mirada limpia", culminan los organizadores de la muestra.