La Toscana, un destino perfecto para perderse este otoño

  • Sus coloreados paisajes, sus carreteras secundarias y el ancestral sabor de sus pueblos medievales hacen de la región italiana un destino perfecto en otoño.
  • La tradición vitivinícola, además, hace mella en estos meses, por lo que no es extraño toparse con eventos o celebraciones en torno al vino.
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16 de las 19 rutas reconocidas en lazona hacen hincapié en el vino.
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ENIT-Turismo italiano
16 de las 19 rutas reconocidas en lazona hacen hincapié en el vino.

El otoño es una de las estaciones más bonitas para disfrutar del paisaje de La Toscana, en Italia. La panorámica se torna en tonalidades ocres, rojizas y marrones. Augura la entrada de lo que será un duro invierno, pero guarda aún cierto gusto a estío que se traduce en un clima atemperado, aunque quizás lluvioso. Es una buena alternativa a los meses de temporada alta, más proclives al aumento de precios y la presencia turística.

Otoño aquí significa pequeños pueblos casi desiertos y algún que otro comercio cerrado, pero también museos sin colas a la entrada, restaurantes con mayor disponibilidad y precios más competitivos. La tradición vitivinícola, además, hace mella en estos meses, por lo que no es extraño toparse con eventos o celebraciones en torno al vino.

Abarcar la región toscana en cinco o seis días es difícil, pero no del todo descabellado. Tras aterrizar en Florencia o Pisa, el cometido está claro: un coche de alquiler es necesario para perderse por las vías comarcales. Los principales puntos en los que hacer escala y, probablemente, pasar la noche, son las cuatro o cinco ciudades imprescindibles de la región italiana.

No obstante, tal vez pueda preferirse precisamente lo contrario: huir de los grandes núcleos urbanos para pernoctar en remotas villas rurales en lo más profundo del territorio toscano en uno de los países más bellos de Europa.

Un viaje para los sentidos

Para descubrir como merece Florencia, cuna del Renacimiento y capital de la región, habrá que dedicar al menos un par de días; el Ponte Vecchio, el duomo, la iglesia de la Santa Croce, la de Santa Maria la Novella o la Galería Uffizi merecen una concienzuda visita.

A apenas 80 kilómetros hacia el oeste, la modesta Lucca emerge sencilla, pintoresca, bonita, encantadora. Conocida por sus 100 torres y sus 100 iglesias, esta ciudad amurallada invita a un tranquilo y sosegado paseo por sus calles empedradas y tal vez un cappuccino en cualquiera de sus plazas recoletas. Como las mejores esencias, Lucca es muy breve, así que medio día basta para conocerla.

A solo 25 kilómetros hacia el sur, aguarda Pisa. La torre inclinada, el baptisterio más grande de Italia y el duomo pueden verse también en unas horas; eso sí, aquí no importa la época del año. Las colas y los turistas son prácticamente perennes.

A continuación, la ruta nos dirige irremediablemente hacia el corazón mismo de la Toscana. Las opciones son infinitas, pero no todas imprescindibles. El valle del Chianti sí: Greve in Chianti, Panzano, Radda in Chianti y Castellina in Chianti. Cuatro pequeños núcleos tranquilos, sosegados, perfectos para parar a comer y saborear la verdadera Toscana. Greve es, seguramente, el más famoso; calles empedradas, soportales y flores por doquier. Si nos topamos con una tienda de embutidos, hay que entrar. Aquí son excelentes.

A pocos kilómetros, el pequeño San Gimignano y la ciudad de Siena embaucan al visitante. Las 13 torres del primero y la acogedora plaza del Campo de la segunda las convierten en parada obligatoria e incluso en un buen lugar, esta última, donde hacer noche. Las intrincadas calles de Siena, las tiendecitas, la imponente catedral o las terracitas que asaltan al visitante hacen de la ciudad un lugar donde, sencillamente, apetece quedarse.

En ruta hacia el oeste, la medieval Volterra es parada imprescindible. Una auténtica joya del medievo que posee un teatro romano y un centro arqueológico verdaderamente sorprendentes en un entorno como este.

Si se dispone de más tiempo, se puede extender el viaje hacia el sur de la región: el valle de Orcia, Patrimonio Mundial de la Unesco, presume de tener los paisajes más bonitos y casi se le podría dedicar un viaje diferente. Pienza y Montalcino son dos paradas imprescindibles en estas tierras, y también, por qué no, localidades menos célebres como San Quirico d'Orcia, Castiglione d'Orcia, Montichiello o Radicofani.

Las opciones son muchas, y todas muy enriquecedoras para el viajero. Así que no importa qué zona de la Toscana se escoja, en todas hay un paraje mágico que aguarda escondido detrás de cada curva.

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