La avalancha de peregrinos que están llegando a Santiago ha convertido las calles que rodean la catedral en una marea humana constante. Los albergues no disponen de camas suficientes y los que no encuentran alojamiento se agolpan ante la oficina de información de la rúa do Vilar para pedir alternativas. Los hospedajes privados aprovechan la situación y cobran hasta 20 euros por noche. Mientras, los vecinos de la zona monumental han mostrado sus quejas y exigen unas normas mínimas de civismo, pues denuncian el ruido y la suciedad que provocan los peregrinos que esperan a ser atendidos.
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