La riqueza de un ayuntamiento depende, en buena medida, del dinero que cada año sus vecinos aportan a las arcas municipales por la contribución urbana, el Impuesto sobre Bienes Inmuebles.
Esa vara de medir explicaría, en parte, el salto cualitativo que ha dado la economía madrileña en los últimos años. Desde 1990, la recaudación por el IBI de los municipios de la región, su principal ingreso, ha saltado de 233 millones a casi 915 en 2005, según datos del anuario de la construcción publicado ayer por el Instituto Madrileño de Estadística.
Dos factores explican este aumento exponencial: el fuerte ritmo de la construcción en la región (más contribuyentes para el IBI; si en 1992 se edificaron 29.478 viviendas, en 2006 fueron 61.687), pero también el crecimiento del impuesto en sí mismo: el recibo medio en la comunidad saltó en estos últimos quince años de 170,72 a 272 euros.
En Villaviciosa, por 13
Los ingresos por este concepto en la capital, por ejemplo, han crecido desde los 149 millones de 1990 hasta los 499 de 2005 (un 250% de incremento). Con todo, no es de los aumentos más espectaculares de la región. Alcalá de Henares ha pasado de 6 a 27 millones de recaudación (350% más), y Pozuelo saltó de 3,2 a 19,3 millones (500%). Villaviciosa de Odón multiplicó sus ingresos por 13 (de 970.000 euros a más de 12 millones.
Madarcos, a la cola
Madarcos es el pueblo más pequeño de la región (41 habitantes). Y uno de los más humildes. En estos quince años el Ayuntamiento no ha podido aprovechar el boom inmobiliario para aliviar sus estrecheces. Si en 1990 ingresaba 1.900 euros en concepto de IBI, en 2005 fueron 8.197. Otros sí lo hicieron. El Atazar (116) pasó de 1.009 a 45.432 euros. La Hiruela (76) saltó de 1.900 a 20.765.
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