«Para los servicios de recogida es comodísimo, pero para la gente, no tanto», señala Eduardo Souto, presidente de la asociación de vecinos, porque «están orientados con la abertura hacia la calzada», lo que obliga a los residentes –«sobre 500 entre la plaza y calles cercanas»– a verdaderos malabares para dejar las bolsas.

El problema afecta a todos los depósitos –orgánicos, inorgánicos, papel, cartón y vidrio– y se ve agravado porque los coches aparcan al lado, lo que bloquea el acceso a los contenedores. «Obstruyen la salida», comenta Souto, quien añade que «el espacio que queda para entrar con las bolsas es mínimo».

Eso sí, a pesar de todas las dificultades, la gente no deja de lado su deber ciudadano: «Aquí nunca verás bolsas tiradas por la calle». Y eso que se lo ponen difícil.

Depósitos subterráneos

Los vecinos afectados piden algo de «sentido común» a las autoridades. Lo primero, cuando los camiones de basuras pasen por la zona, que los operarios dejen las tapas de los contenedores orientadas hacia la plaza. Lo segundo, que las autoridades policiales pongan coto al libre albedrío en cuanto al aparcamiento y que se haga efectiva la prohibición de dejar el coche junto a los depósitos de residuos.

Pero la solución «ideal», según Eduardo Souto, sería otra. «El Ayuntamiento tendría que instalar contenedores subterráneos», como los del centro y Ciudad Vieja, «son más accesibles y al estar disimulados mejorarían el entorno de la plaza y su función de espacio público», comenta el portavoz vecinal.

Caso omiso tras seis meses

La primera vez que los vecinos de Padre Rubinos alzaron la voz por el tema de los contenedores fue hace seis meses. Medio año en el que su demanda de «sentido común» respecto a facilitar el reciclaje fue llevada incluso al pleno municipal en dos ocasiones.

Y a día de hoy no ha habido respuesta municipal. Por ahora, los vecinos siguen día a día pasándolas canutas para tirar botellas, cartones y bolsas. Mientras, los coches aparcan a sus anchas contribuyendo a dificultar más la operación.