Los locutorios son un negocio a la baja en Catalunya. De los 2.000 que el sector calcula que había en funcionamiento en el año 2011 se ha pasado a unos 1.500 este 2015. El cierre de persianas es homogéneo en el territorio y no se debe a un único factor: la crisis, el regreso de muchos inmigrantes a sus países de origen o la irrupción de los smartphones son los motivos de más peso. Pero también la dureza de las normativas municipales que rigen estos establecimientos,
afirman desde el Gremio de Locutorios de Catalunya, una asociación creada en 2009 que cuenta con unos 250 socios y que preside el empresario de origen paquistaní Abdul Razzaq, que gestiona un locutorio en la Ronda de Sant Pau de Barcelona.
Osama Al Khatib, secretario de la asociación, comenta que de cada locutorio viven, como mínimo, tres familias: «El dueño del local, el propietario del locutorio y dos o tres trabajadores de media». Y que la obtención de nuevas licencias para estos negocios es casi una quimera. «Los requisitos que se han de cumplir son tan duros que no se pueden satisfacer todas las condiciones que te piden», dice Al Khatib.
Este panorama genera que el medio de vida de muchos inmigrantes se tambalee, aumentando el índice de paro en el colectivo, que es superior al de la población autóctona. «Casi cada día me entero de que un locutorio ha cerrado en un barrio de Barcelona», añade Al Khatib.
Estos comercios se rigen en la ciudad de Barcelona por la ordenanza municipal de lugares de concurrencia pública. Para el sector «no es justo», porque se consideran una profesión específica con derecho a una ordenanza estándar a nivel catalán.
Una de las principales quejas del colectivo en Barcelona ciudad es el de las exigencias derivadas de esta normativa, como disponer de una sala de espera en los locales o dos metros de espacio como mínimo por persona en las mesas de conexión a internet «cuando en las mesas de los restaurantes es de 1,5 metros», se lamentan. En estas demandas, ellos ven políticas «restrictivas» encaminadas a no incentivar este sector a la baja.
Reinventarse o morir
Los locutorios existentes hacen malabarismos para sobrevivir y no perder el dinero invertido. Así que comienzan a suplir sus servicios tradicionales, como el de cabinas de llamadas, por transferencias de dinero o traducciones a cambio de una comisión por hacer de intermediarios. Potencian la conexión a internet en sus tiendas, las fotocopias, las recargas de móviles o la venta de bebidas.
Esta última práctica también se restringe por parte de algunas ordenanzas municipales y los clientes «han de salir fuera para comprarse un refresco que luego consumirán en el locutorio», se quejan.
Propuestas para limitarlos
Durante la campaña electoral de las pasadas municipales, algunos partidos conservadores propusieron en sus programas «limitar la concentración de locutorios, kebabs y bazares» para evitar la proliferación de «guetos comerciales» en las poblaciones.
Fue el caso de la candidata del PP de L’Hospitalet de Llobregat, Sonia Esplugas, que remarcaba que no pretenden «cerrarlos», sino «limitar su proliferación e integrarlos en los comercios tradicionales». También sucedió en Badalona.
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