Hijo de inmigrantes eslovacos greco-católicos, niño enfermizo —padeció Corea de Sydenham, conocida antes como Baile de San Vito por los movimientos espasmódicos involuntarios que provoca, y desarrolló una despigmentación de la piel que le convirtió en albino—, era hipocondríaco, evitaba a médicos y hospitales, quedó huérfano de padre a los 13 años por un accidente de coche, tres años más tarde le pagaron por sus primeros dibujos y se fogueó en la publicidad pero decidió que deseaba ser millonario.

Era gay —según él mismo, virgen hasta después de los 40 años—, inteligente y con buen olfato para rodearse de personas creativas y, casi siempre, guapas. Una feminista alocada intentó asesinarlo a tiros. Cuando murió, en 1987, a los 61 años, no sólo era multimillonario como había soñado, sino que había convertido su identidad en una marca. Lo sigue siendo: dices Warhol y dices dólares.

La vida de Andy Warhol (1926-1987) tiene todos los componentes para engendrar el libreto de una ópera. El testigo lo ha recogido la Ópera de Filadelfia al producir Andy: A Popera, cuyo estreno mundial acaba de ser anunciado. Se pondrá en escena en ocho sesiones entre los días 10 y 20 de septiembre y se presenta como "una mezcolanza musical inspirada en la vida, la fama y la filosofía de Andy Warhol".

Con dirección y libreto de John Jarboe —de la compañía de cabaret burlesque The Bearded Ladies (Las Damas Barbudas), que coproduce el montaje— y música de Heath Allen y Dan Visconti, la popera, como llaman los promotores al género cruzando los términos pop y ópera, es "una colisión fabulosa de las culturas alta y baja, lo comercial y lo artístico, lo tradicional y lo innovador", anuncian los productores, que pondrán las entradas a la venta el 3 de agosto a través de la web de la Ópera de Filadelfia.

"¿Qué sucede cuando un hombre se convierte en una marca?". Esta es la pregunta que motiva el desarrollo del libreto, en el que aparecerán "versiones contemporáneas" de las superstars prefabricadas y manejadas por Warhol, entre ellas la transexual Candy Darling y Edie Sedgwick. También aparece Valerie Solanas, la castradora que disparó en pleno ataque paranoide contra el artista en 1968 en el taller neoyorquino The Factory, cuartel general del rey del pop.

En la "colisión artística entre el cabaret y la ópera" no aparece Warhol, quizá por temor a una demanda de la siempre quisquillosa fundación que gestiona su cuantiosa herencia y los derechos que generan sus obras. El personaje del artista se despliega en un numeroso grupo de actores del coro, los Andy, decisión inteligente dada la propensión hacia la  falsedad y el desdoblamiento del autor de una de las frases más repetidas por la sociedad de consumo: "En el futuro todos seremos mundialmente famosos durante 15 minutos".

La popera es una ampliación de varios retablos escénicos de Las Damas Barbudas, que han representado en popups en festivales de teatro callejeros. El nuevo espectáculo quiere "dibujar la vida y la obra de Warhol" con un talante desenfadado. La obra "pone a cantar", dicen, a las latas de sopa Campbell, las litografías de Marilyn fabricadas en cadena por operarios a sueldo del pintor, la banana amarilla y otras obras emblemáticas del sacralizador de la banalidad.

Para el director artístico Jarboe, se trata de "un choque entre las sensibilidades del cabaret y la épica y el poder de la ópera", un modelo híbrido que le parece adecuado para hablar de un artista que "borra las fronteras entre el mundo del arte y el mundo comercial (...) Queremos contar la historia de un niño que se convierte en una marca. No se trata solamente de la vida de Warhol, sino de ideas que están hoy muy presentes, por ejemplo en las redes sociales y la autoventa de la personalidad de cada uno".