Me dijo que iba a ponerlo en el balcón para que todo el mundo lo leyera. «Pero cariño, vivimos en un tercero, el cartel es pequeño y la letra apenas se ve desde la calle», le dije. «Es igual», me respondió. «Además, enfrente tenemos un solar y no creo que el cartel lo vea mucha gente». Me contestó que le daba igual, que era «algo simbólico». Y ése es el problema del cartel y de toda la política contra la violencia de género.
Que todo es simbólico. Un cartel no conciencia si no se lee. Una orden de alejamiento no evita una muerte si no se cumple. Para colmo, los medios de comunicación damos ya más importancia a la forma de matar que al crimen en sí. «A martillazos, cosida a puñaladas», solemos leer. El maltrato es un símbolo que hay que derribar. Por cierto, este fin de semana han matado a tres mujeres. Y ya van 35.
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