Su capacidad de seducción sigue intacta por la intriga que causa desde el primer instante. En cada obra del holandés Maurits Cornelis Escher (1898-1972) el espectador debe poner en duda las primeras impresiones, dejarse guiar por varios caminos al mismo tiempo, entender que los espacios negativos son igual de valiosos que los positivos...

Se consideraba más cercano a la ciencia que al arte y no le interesaba demasiado la realidad, prefería perderse en los recovecos de su mente. Creó su estilo sin sentimentalismos, resolviendo problemas matemáticos y explorando la faceta más intrigante de la geometría: una de sus grandes pasiones fue el teselado, el encaje perfecto de un patrón que se repite cubriendo una superficie como lo hacen las baldosas o las piezas de un rompecabezas.

La Galería Nacional Escocesa de Arte Moderno —en Edimburgo— dedica su gran exposición del verano al genio holandés del acertijo visual. La primera gran retrospectiva del autor organizada en el Reino Unido, The Amazing World of M.C. Escher (El asombroso mundo de M.C. Escher), estará en cartel a partir del 27 de junio y hasta el 27 de septiembre en la capital escocesa.

Entre los más de 100 trabajos que componen la muestra hay dibujos originales, impresiones, litografías, xilografías y grabados a media tinta, además de material de archivo, bocetos preparatorios y herramientas que utilizaba el artista. Junto a obras poco conocidas hay también grandes éxitos como Drawing Hands (1948) —la litografía que muestra dos manos dibujándose la una a la otra— o Metamorphosis II (1939), un grabado de casi cuatro metros de largo.

En la obsesión por el teselado que despliega en Metamorphosis II tuvieron mucho que ver los viajes que realizó por Italia y España. La Alhambra de Granada en particular marcó a Escher por la exquisitez de los mosaicos y las baldosas que cubrían las estancias del complejo andalusí y lo atrajo hacia el lado más intuitivo y bello de la geometría.

Aunque a menudo se le asocia con el surrealismo, nunca se afilió a ninguna corriente. La fama le molestaba porque lo distraía del trabajo. Cuando la Corona Holandesa de otorgó el título de Caballero, lo aceptó de mala gana; sí se permitió rechazar sin contemplaciones la propuesta de Mick Jagger de diseñar una portada para un disco de los Rolling Stones.

De carácter introvertido y siempre reticente a considerarse un artista al 100%, le molestaba reimprimir antiguos grabados suyos porque consideraba que eso le quitaba tiempo para desarrollar obras nuevas. Escher incluso subió el precio de los originales para no tener que producir tantos, pero aún así, no consiguió que la gente dejara de comprarlos.