huerta en la autopista

El palamó: Casas de renta libre se levantan sobre las viejas plantas bajas de esta partida, a las que también se agregan 300 pisos, en construcción y sobre planos, que se venden a partir de 112.000 euros.
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El término de El Palamó (o Villafranqueza) palpita con la construcción de nuevas viviendas, que crecen en el eje del barrio, sobre las calles aledañas a la plaza de la Constitución. Bastantes casas viejas, la mayoría ruinosas, acaban transformándose en ofertas de renta libre, de unos 90 m2, a precios que fluctúan de 112.000 a 160.000 euros.

Otros proyectos se agitan ya cerca del paseo de la Ermita, con una primera fase en edificación de 100 viviendas y otra segunda, aún en cimientos, de otros 100 pisos, en terrenos que fueron de la firma Bonny. Todos de tres alturas y con bajos comerciales. En el mismo paraje, sobre los solares donde se ubicaba la feria y al lado de la carretera comarcal, se prevé otro centenar de apartamentos con zonas verdes. El coste oscila, en este caso, entre 120.000 y 180.000 euros.

Aunque el censo de población está casi estático en la actualidad, según el presidente de su asociación de vecinos, Ulpiano Colás, se dilata «hasta unos 5.500 posibles empadronados de aquí a año y medio» sobre una realidad medible «de unas 6.000 a 7.000 personas» que ya habitan el término. O dicho de otro modo, que decidieron abandonar el agobio urbanístico para vivir en el campo o en un cómodo pueblo a diez minutos de Alicante.

400 años de historia

Tangencial al municipio de Sant Vicent del Raspeig y en el arcén de la autopista que transita hacia Benidorm, con acceso al caserío, Villafranqueza o El Palamó cumplió 400 años en 1996, tras estrenarse como embrión urbano en el siglo xvi y consolidarse durante el xvii alrededor de la extinguida casa del noble Baltasar Vidaña, posterior  propiedad de los Franqueza, origen del topónimo.

Partida rural a cuatro kilómetros del norte de Alicante, reconvertida en barrio y hoy candidata a entidad local menor, fue ayuntamiento independiente de la urbe durante el siglo xix y de nuevo segmento de su administración al iniciarse el xx.

Resguardada en la ruta hacia Sant Joan y Mutxamel, pacífica y agradable, su población, antaño una suma de alquerías, dependió en exclusiva de los cultivos y la huerta, con una demografía estable durante dos siglos.

A la espera del tranvía

Los colegios Juan Bautista Llorca, público, y Jesús y María, concertado, acogen la demanda escolar de un distrito que aún no cuenta con centro de salud, aunque sí con consultorio médico, biblioteca y aula de cultura. A la espera de un polideportivo en los terrenos de la finca El Retiro, más de 32.000 metros, propiedad del Ayuntamiento, y de una estación del tranvía, sus fiestas de moros y cristianos, por San José, imantan a miles de personas, más que su procesión cívica al panteón de los Guijarro, recordatoria del fusilamiento de una unidad de liberales. Iglesia reconstruida en 1786, tras caerse la anterior, de 1676, conserva un cementerio de los más antiguos de España, iniciado en 1779.

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