Según los expertos en moda, estamos en la época de los zapatos feos. Una vez concluidos los años de la hipersexualidad —quizá el ejemplo más recordado sea el Fetish, diseñado por Christian Louboutin en 2007 y promocionado por una colección de fotos de David Lynch de modelos con nada más que los tacones sobre los cuerpos desnudos—, ahora se trata de calzar prendas de gran volumen, formas redondeadas y aspecto entre futurista y cochambroso.

Los zapatos extremos —sean de tacón altísimo de aguja o expresiones de extravagancia— tienen más historia que otros elementos del vestuario con mayor uso cotidiano. Son un símbolo de poder, seducción y deseo, uno de los fetiches —también sexuales— más potentes. Conllevan una mística tan cargada como la de la ropa interior, las joyas o los accesorios. Nada en ellos es lineal y tampoco fácil de explicar con la lógica o la razón.

Con la exposición Shoes: Pleasure and Pain (Zapatos: placer y dolor), el Museo Victoria & Alberto de Londres (V&A) saca de sus poblados almacenes 200 pares de prendas históricas y contemporáneas con una característica común: hacer del acto de caminar una "experiencia agónica" y, pese a todo, condensar "euforia y obsesión" entre quienes los llevan y quienes los observan. La muestra, la más importante del verano de la pinacoteca de artes aplicadas de la capital británica, estará en cartel del 13 de junio al 31 de enero de 2016.

La idea de la muestra es "explorar el poder transformador del calzado extremo" desde varios puntos de vista. Con zapatos que abarcan dos mil años de historia, la coordinadora Helen Persson destaca el carácter "revelador" y polivalente de la prenda. "Son objetos escultóricos hermosos, indicadores poderosos del género, el estatus, la identidad, el gusto e incluso la preferencia sexual. Nuestra elección en los zapatos que nos ponemos proyecta una imagen de lo que queremos ser", explica.

Desde unas sandalias decoradas en pan de oro puro originarias de Egipto hasta zapatos futuristas creados con impresoras en tres dimensiones, la exposición presenta también piezas míticas, media docena de colecciones internacionales, creaciones de setenta diseñadores de exclusivas piezas únicas —hay prendas de Manolo Blahnik, Jimmy Choo y Prada—, las zapatillas de ballet diseñadas para Moira Shearer en la película de 1948 Las zapatillas Rojas y modelos exclusivos de figuras públicas, desde la reina Victoria a Kylie Minogue, pasando por Diana de Gales, Marilyn Monroe y Sarah Jessica Parker, que en Sexo en Nueva York interpretaba a Carrie Bradshaw, una obsesa de los zapatos.

Montada en dos plantas del edificio del museo, la exposición dedicará la superior al diseño de lujo y a mostrar un gabinete de señoras —con colecciones particulares entre las que destaca la de Lionel Bussey, que reunió 600 pares entre 1914 y su muerte en 1969— y la inferior a analizar el fenómeno de los zapatos extremos desde tres ideas: transformación, estatus y seducción.

La primera se acercará a lo mitológico y legendario, partiendo del zapato perdido de Cenicienta y acabando en la moderna comercialización masiva de botas de fútbol dedicadas a jugadores concretos, como si la prenda contuviera la propiedad de transformar mágicamente al usuario en el ídolo; la segunda al nacimiento de los zapatos caprichosos y de lujo en las cortes europeas y entre las clases privilegiadas, y la tercera estudiará los zapatos como fetiches y fuentes pasivas de placer.

Shoes: Pleasure and Pain cuenta también con una sección montada como un "laboratorio" que mostrará, mediante audiovisuales, películas y animaciones, el proceso de producción de los zapatos a lo largo de la historia mediante una combinación de técnicas artesanas tradicionales e innovaciones tecnológicas, en ocasiones influidas por el arte. Un almacén de zapato barato del siglo XVIII y otro chino de la actualidad permitirán comparar los cambios en el consumo.