La vacía tranquilidad de los cuadros abstractos de la pintora esquizofrénica Agnes Martin

  • La pintora estadounidense (1912-2004) dejó Nueva York y la fama en 1967 para vivir en soledad en Nuevo México, ser maestra  y pintar líneas y cuadrículas.
  • La Tate Modern dedica una antología a una artista cuyo rigor abstracto presagia paisajes mentales inspirados en la iluminación zen basada en vaciar la mente.
  • Sufría de debilitantes episodios de psicosis con los que supo convivir en paz. Sus cuadros son tan importantes en pintura como la obra 'abierta' de Cage en música.
Una de las cuadrículas minimalista de la pintora Agnes Martin
Una de las cuadrículas minimalista de la pintora Agnes Martin
Museum of Modern Art, New York © 2015 Agnes Martin / Artists Rights Society (ARS), New York
Una de las cuadrículas minimalista de la pintora Agnes Martin

El músico John Cage (1912-1992) trastornó la música contemporánea mediante el ejercicio de la felicidad. En uno de los textos con estructura de poema o instrucción abierta que escribía, dijo: "Las alternativas / a la armonía / la vida entera rompiéndome la cabeza / contra una pared / ahora la armonía / ha cambiado / su naturaleza y regresa sin leyes / y sin que haya alternativa posible".

La armonía sin leyes fue practicada en pintura por Agnes Martin (1912-2004), que nació el mismo año que Cage, murió poco después y que, como el músico, estaba muy interesada en la filosofía del zen budista, una práctica personal que pasa por ahondar en el silencio, vaciar la mente por completo y encontrar un lugar donde el parloteo cesa y estamos milagrosamente solos. "Soy una mente vacía. Cuando algo llega puedo verlo mejor", declaró en una de sus muy escasas entrevistas.

Primera exposición de alcance desde 1994

La obra de esta pintora fundamental, a quien se compara en importancia para el arte plástico con la música sin música de Cage, llega ahora en una antología retrospectiva a la Tate Modern de Londres (hasta el 11 de octubre). Es la primera exposición de alcance sobre la artista celebrada desde 1994 y una oportunidad para enfrentarse a sus cuadros de exquisita simpleza pero conmovedor mensaje.

Nacida en Canadá en una familia de agricultores de pocos ingresos, el padre de Martin murió cuando la niña tenía dos años y la madre se dedicó a la venta inmobiliaria para poder vivir. La cría pasó gran parte de la infancia al cuidado de su abuelo materno, un apasionado de los libros que la introdujo en los variados paisajes de la literatura.

Nueva York: abstracción y zen

En 1940 Martin se fue a vivir a Nueva York —adquirió con el tiempo la nacionalidad estadounidense— con la intención de formarse como profesora de arte. En la gran ciudad empezó a pintar y se hizo amiga de algunos de los artistas del expresionismo abstracto que nacía en los años cincuenta, entre ellos Robert Indiana, Robert Rauschenberg y Jasper Johns. También, tras asistir a una conferencia de  D. T. Suzuki, uno de los introductores en Occidente del zen, se interesó por la disciplina meditativa budista que preconiza la búsqueda de sentido y paz vitales mediante el ejercicio del silencio.

"Lo que me gusta del zen es que no cree en los objetivos. Yo tampoco creo que la manera de triunfar es hacer algo agresivo. La agresividad es para cortos de mente", escribió por entonces la precoz artista, que decidió destruir casi todas sus primeras obras y cambiar de rumbo hacia un minimalismo extremo y radical. Una caja de lápices le bastaba para hacer arte y casi todos sus cuadros desde entonces se limitaron al dibujo de líneas paralelas, cuadrículas perfectas y, en ocasiones, círculos o formas geométricas monocromáticas.

Hospitalización y viaje hacia el sur

En 1967 sufrió un grave episodio de psicosis y tuvo que ser internada durante unos cuantos meses en un hospital psiquiátrico, donde le diagnosticaron esquizofrenia. Al ser dada de alta tomó una decisión radical: se marchó del competitivo y estrasante ambiente neoyorquino, puso rumbo al sur y vagó durante dos años antes de establecerse en Taos-Nuevo México, un lugar tranquilo con tradición de refugio de artistas —el escritor D.H. Lawrence, la pintora Georgia O'Keefe...— en donde Martin vivió el resto de su vida —el museo local tiene la mejor colección de cuadros de Martin de todo el mundo—.

Daba clases esporádicas para ingresar algo de dinero, cultivaba una soledad que le venía bien a su mente herida —"lo mejor de la vida ocurre cuando estás sola"— y pintaba rigurosamente cada día de 8.30 a 11.30, indagando en el mismo estilo de mínima intervención sobre la pieza. Quería, dijo en una ocasión, que sus cuadros se acercaran a la música: "La respuesta artística pasa por la emoción y la música es la forma más alta del arte. Es totalmente abstracta y afecta a nuestros sentidos y mente de una forma ocho veces más potente que cualquier otra expresión artística".

Nunca quiso enfermeros o ayudantes

De alguna manera cumplió el objetivo y logró convivir gracias a la práctica de la pintura silenciosa con los ataques de debilitante psicosis que la acompañaron toda la vida y limitaron su movilidad. Pese a ello nunca quiso tener ayudantes o enfermeros que la cuidasen y se valió por sí misma hasta el fallecimiento a los 92 años. Antes de morir pintó un último cuadro —cinco líneas perfectamente horizontales— y pidió expresamente que no deseaba oficio religioso de ningún tipo.

Muy apreciada por la comunidad artística —se considera que fue una pionera y que superó la condición de enferma, mujer y lesbiana en un momento dominado por los hombres—, en vida se organizó una retrospectiva de su obra en el Whitney Museum of American Art en 1992. En 1992 el presidente Bill Clinton le otorgó la Medalla Nacional de las Artes y en 2014 Google le dedicó un doodle, quizá la constatación de que su obra es cercana y popular.

Los cuadros, casi siempre pintados con lápices aunque hay algunos en acrílicos, son de una simpleza nada engañosa —Martin deseaba ser simple y dibujar de manera esencial, limitada y ecnómica—. En ocasiones parecen latir o formar parte de uno de los espejismos creados por el calor en la superficie de un terreno árido. En otras, repiten patrones rectangulares, componiendo un paisaje turbador y tranquilo, quizá intentando transmitir, como propone el zen, que el secreto de la paz puede lograrse sólo mediante una enseñanza basada en la "transmisión especial fuera de las escrituras, no encontrada en palabra o letras".

La galería londinense destaca el "estilo sobrio" de Martin, su "profunda convicción en el poder emotivo y expresivo del arte" y la clara influencia en los cuadros de los "sistemas de creencias de Asia", que trasladó al paisaje desierto de Nuevo México. La exposición también presenta la proyección de Gabriel (1976), una película dirigida por Martin sobre el paisaje y las formas naturales y su capacidad "curativa".

Mostrar comentarios

Códigos Descuento