Una joya del Renacimiento

Urbino conserva intacto el encanto que la convirtió en uno de los centros más importantes de Italia. Su ambiente universitario mantiene vivo el pulso de la ciudad.
El Palacio Ducal, visto desde la fortaleza Albornoz, es uno de los símbolos de la urbe. (Paolo Marelli)
El Palacio Ducal, visto desde la fortaleza Albornoz, es uno de los símbolos de la urbe. (Paolo Marelli)
El Palacio Ducal, visto desde la fortaleza Albornoz, es uno de los símbolos de la urbe. (Paolo Marelli)
Vivir en plena Italia renacentista, así es como se siente el visitante que recorre las estrechas y empinadas calles de Urbino, en la provincia de Las Marcas (centro-este de Italia), símbolo de la belleza y el encanto de las ciudades transalpinas del siglo XV.Antes de llegar, la dulzura del paisaje de suaves colinas seduce al turista y le introduce en una plácida atmósfera que presagia una agradable visita. El Palacio Ducal y la iglesia de Santa María de Magdalena son dos de los monumentos que sobresalen al llegar. Ambos son ejemplo del Renacimiento más puro, de formas simétricas y tonos cálidos.

El origen de la ciudad se remonta a la época romana, aunque su gran impulso se debe a Federico de Montefeltro, señor de Urbino desde 1444 a 1482 y hábil diplomático.

Seguidor entusiasta de las artes y literatura, convirtió a la urbe en un importante centro cultural de la época.

Vida estudiantil

Actualmente, esta pequeña ciudad de 20.000 habitantes, donde nació el piloto de motos Valentino Rossi, rebosa vida gracias a los miles de estudiantes que acoge su universidad, una de las más tradicionales del país. La plaza de la República es el lugar de reunión de los jóvenes, acompañados de su Peroni, la marca de cerveza más popular. Muy cerca de allí está la casa de natal del artista Rafael Sanzio (1483-1520), donde se puede admirar un fresco de su juventud.

Subiendo la calle en la que nació el pintor se llega a la fortaleza Albornoz, desde donde se divisa una deliciosa panorámica de la ciudad.

Junto a una minúscula república

A 40 minutos de Urbino, entre las regiones de Las Marcas y Emilia-Romaña, está San Marino, la república más pequeña y antigua de Europa. En la ladera del monte Titano y con cerca de 30.000 habitantes, este país es como una minúscula Suiza, con un altísimo nivel de vida. Pasear por las tranquilas calles de la capital y acercarse a sus miradores al atardecer, donde puede contemplarse el mar Adriático, son actividades muy recomendables. Irse de tiendas es otra opción interesante, ya que muchas de ellas están libres de impuestos. San Marino, a pesar de ser independiente, continúa muy vinculada a Italia, tanto financiera como comercialmente.

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